por Amado Cabrales
Le miras, le encuentras en su intimidad, compartes sus celebraciones y sonrisas, observas todo desde la mirada de un ser querido. Surge el voyeur que todos llevamos dentro, continua el filme y súbitamente piensas en ti, en tus propios recuerdos, en los propios fragmentos que vuelven a ti solo a través de una fotografía, de un video familiar. ¿Quién es ella?, ¿de dónde vino? Sin darte cuenta has quedado prendado de ella, de su historia. Esto es Buscando a Larissa (Pardo, 2012).
Andrés Pardo nos hace cómplices de la búsqueda de su protagonista. Búsqueda nacida de su coleccionismo, de su afición a la cháchara y al mercado de pulgas de Álvaro Obregón, donde este “amante de lo ajeno†extrae sus tesoros: películas familiares en 8mm. La infancia de Larissa se encuentra en estas cintas, sus rubios cabellos al sol y su sonrisa, sus gestos y su personalidad mas bien introspectiva se develan en las cintas recuperadas por el director, que datan desde los años setenta a los ochenta.
El desarrollo de la película viene acompañado de los descubrimientos en la búsqueda de Larissa a través de redes sociales y convocatorias en Youtube, seguimiento de pistas y visitas a los probables lugares de los hechos. La proyección de las cintas recuperadas se van mostrando a lo largo del documental, se intercalan a su vez con cintas de la familia de Andrés Pardo, en ocasiones manchadas e ilegibles.
Las explicaciones acerca de la memoria, el olvido y la prosecución de mantener los recuerdos intactos de manera material son en ocasiones atinadas y otras por demás obvias; nos llevan a la búsqueda del recuerdo perdido o en este caso del dueño de estos recuerdos, nos lleva cuestionar de qué manera cada espectador recuerda y qué busca recordar; a su vez, el director intenta entender las pulsiones que llevan a toda la investigación y a su fascinación por el coleccionismo de recuerdos perdidos.
Tanto el padre de Larissa como el de Andrés, en su afición por filmar los momento preciados de su familia –vacaciones, festividades, cumpleaños-, generan micro historias, que en su carácter fílmico, develan los usos enteramente afectivos de la cinematografía, sin conocimiento de la técnica ni de las intenciones esteticistas del séptimo arte. La imagen se devela como lo que es, un puente, una puerta hacia un momento en el tiempo que la memoria orgánica no conservará en su totalidad. por que la memoria no es fija, compone, reconfigura y enlaza con el presente. El documental de Andrés Pardo es a su vez aquel puente, genera interconexiones entre los recuerdos de todos los presentes en la sala, los de la protagonista, los suyos. Larissa es el signo al que recurre el director para gestar una reflexión activa del recuerdo, del cine como documento de la micro historia.