por Héctor Arce
Hace poco vi una de las más puras demostraciones de amor en una película, y me hubiera encantado comentarla sin remitirme al género en el que está encasillada, conocido como mumblecore, que me condujo a la película de Frances Ha (Baumbach, 2012), lo cual es, en realidad, una pena, porque creo que hubiera sido increíble acceder al filme sin tener una idea preconcebida de lo que tenía que esperar.[1]
Este “subgénero del cine indie” es una tendencia relativamente nueva en los Estados Unidos (aunque ya vieja en Europa) que presenta historias realistas de individuos entre la adolescencia y ese limbo de adultescencia que, con suerte para muchos, irá a perderse en los treinta y tantos. Las temáticas que maneja recuerdan esa búsqueda de sentido que, uno de puberto, cree ingenuamente que será consumada con el tiempo y no sucede.
La película me hizo pensar todo el tiempo en la materialización más fiel de lo que, en sentido estricto, es el cine: el placer perverso por husmear en otras vidas. Y esto no es privativo de Frances Ha, creo que en realidad es propio del género. La dirección de la cámara te pone en un lugar de primer orden, y la elección de los momentos a través de los cuales se desarrolla la historia están cargados de intimidad.
La película es una oda al amor. El tema de la misma es el bromance entre Frances y Sophie, dos chicas inseparables desde sus años de escuela y ahora viven juntas. Frances, al describir a su amiga, dice que son la misma persona con distinto color de cabello, cosa que –notamos los espectadores– es completamente falsa. Sus caracteres son totalmente opuestos. La protagonista es impulsiva y caótica, mientras la otra es ordenada y pulcra. Sin embargo, el encanto de su relación radica en que sus formas de ser son perfectamente complementarias.
En cierta parte del filme se nos presenta una versión increíblemente inocente y adorable de los celos. La relación de Sophie con su novio las ha distanciado y, en un momento, ambas amigas se encuentran en su vieja universidad. Para ese entonces Frances está viviendo en los dormitorios de la escuela, y su amiga tiene problemas con el hombre con el que piensa casarse.
Los celos aquí se originan en el temor de ver destruido el universo que han ido formando durante tanto tiempo, ese universo que sólo habitan ellas y que funge como refugio ante todas las incertidumbres del mundo. La materia con la cual está hecho ese universo es el amor que sienten mutuamente las amigas.
En la película, el amor es captado en su esencia en los últimos minutos, cuando ambas, cada una en un extremo distinto de la sala, y mientras conversan con otras personas, se miran y se sonríen mutuamente. Esta escena, aunque no es la última, representa el cierre de la historia.
Frances había descrito anteriormente, en una cena en la que se pasó de copas, que lo que buscaba en una relación era justo la manifestación de este universo:
Es esto de que cuando estás con alguien, y lo amas, y lo sabe, y esa persona te ama, y lo sabes, pero, ambos están en una fiesta, y platican con otras personas, y ríen, y brillan. De pronto miran a través de la sala hasta encontrarse con la mirada del otro, pero no porque sean posesivos o por algo sexual, sino porque ese otro es “tu persona” en esta vida. Y es divertido, y triste, pero sólo porque esta vida se va a terminar y ese mundo secreto que existe justo ahí, en público, ignorado, del que nadie sabe nada... Es algo así como lo que dicen de que hay en otras dimensiones existiendo a nuestro al rededor pero no somos capaces de percibirlas. Eso, eso es lo que quiero de una relación, o de la vida, del amor...
La película cierra mostrando la realización de este ideal en la amistad entre Frances y Sophie, concluyendo que el amor más puro y verdadero es aquel que hay entre dos personas que logran establecer un vínculo con otro ser humano mucho más allá de cualquier impulso. La amistad entre las chicas no supone un interés de una en la otra que vaya más allá de una compañía sincera.
No creo que el director descarte la idea de un amor así de profundo entre dos personas que tienen sexo, pero sí puntualiza que, antes de la conexión carnal, lo principal es la creación de este universo entre quienes conforman la pareja.
24.07.18
[1] Lady bird (2017), además de ser realizada por Greta Gerwig, la protagonista de Frances Ha, también es considerada una mumblecore y, al verla, en ningún momento reparé en esto.