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Vicio propio, un diálogo

Compulsar una experiencia    

 

por Amado Cabrales y Daniel Valdez Puertos

En esta ocasión, dos colaboradores se sentaron a discurrir sobre la nueva película de Paul Thomas Anderson, Vicio propio (P.T. Anderson, 2014), mientras una botella de ajenjo en medio de la mesa se iba consumiendo en una espesa neblina de humo hawaiano.

Detonación: ¿de qué trata?

Amado Cabrales. Siento que más que tratar de algo es sobre cómo se trata. Es decir, sí, es una obra literaria de Pynchon, pero es un film noir, y eso determina mucho la forma. Y precisamente eso sucede al final, se esbozan críticas y estructuras viciadas del american way of life, pero el comentario no termina. Al final nos quedamos con un palmo de narices con más preguntas que respuestas y eso es un laberinto de interrogantes construido en base a planos secuencias y personajes que no cierran del todo su arco dramático.

Daniel Valdez Puertos. En efecto, se trata de un filme influenciado por una obra literaria, pero que a su vez, ese relato está muy intoxicado por lo cinematográfico. Y es que no hay que olvidar que la novela negra es un género que trascendió gracias a su representación fílmica. Y tienes razón, creo que si intentamos hablar de qué trata la película, podríamos despachar el tema muy fácil y sin decir nada sustancial. Mejor hablemos de lo que evoca.

Yo la vi en tres ocasiones, la primera en un estado aletargado, me pareció fantástica enigmática y confusa. La segunda con algo de copas, y me pareció aún más genial que la primera ocasión. La tercera la vi en plena vigilia. Y me pareció muy buena, y hasta esa tercera vez pude identificar que está partida a la mitad. Es en la segunda hora donde comienza su genialidad propiamente cinematográfica. Donde incluso se elabora un discurso metacinematográfico, y volví a ver el Paul Thomas Anderson de Boogie Nights (1997) y de The Master (2012).

AC. No sé si entiendo lo de metacinematográfica o lo de la segunda hora, me gustaría fueses mas especifico, y además no se si puedo intuir una línea en Paul Thomas (que dicho sea de paso me parece genial su dupla sonora con Greenwood).

DVP. Ah, creo que en la primera hora está muy adaptada a Pynchon, siento mucho los códigos literarios.

AC.Eso es todo un tema, el señor Anderson es algo más poderoso que la novela (Shasta Fay suena de fondo mientras doy el trago y me lo afirma en cada nota). Respecto a los códigos, considero que la narración en tercera persona en una adaptación, es un tanto flojo. creo que la narrativa visual es más rica para reducirla o supeditarla a una voz en off.

DVP. La segunda hora ya comienza con el delirio. Donde existe la tensión amorosa entre Doc y Shasta, que para reencontrarse tuvo que haber un caso, donde ella lo va a buscar por estar involucrada afectivamente con el magnate de bienes raíces, luego se añade el factor policía con el personaje de Big Foot, un maniaco del que no se logra definir a que bando pertenece, y otro factor misterioso aparece: la historia del matrimonio de exdrogradictos, y así es como todo comienza a complicarse decididamente, dando paso a la retórica del delirio como lo único estable en el desarrollo del filme. Es esa la segunda hora, catalizada en las drogas como el elemento primordial, pero sin dejar de ser elegante.

AC.He de agregar que incluso las imágenes son, en sí, surreales, no sólo por la secuencia de hechos que presenta, sino en la estética que guarda. Una que se fija en Gordita beach, que ya es de hecho una utopía, una década del 70 eternizada. La transición al delirio en este tiempo-lugar es natural en tanto sucede esa época casi como un sueño lejano nacido de la pantalla del Vitamin C y el bajón o monchis, después de esa aparición, epifanía de Shasta, que como buena mujer fatal entra a la oficina del detective a pedir el favor que se convierte en caso junkie, representado en estas vueltas de la razón entre lógicas y mal viaje paranoico.

DVP. Es verdad, y creo que por eso se comunica demasiado con otras obras literarias. Precisamente lo que hizo Pynchon es un relato beatnick auténtico, aunque sea del 2009 su novela. 

AC. Pensando en Anderson, como si realizase este ejercicio del género noir imbuido-atravesado por el beat, híbrido, por demás atractivo, que da ese candor a la película.

DVP. En cambio, volviendo al cine y lo metacinematográfico, es que me parece importante destacar la honesta crítica que se sugiere cuando el personaje de Owen Willson le dice a Doc: “Estados Unidos es una nación junkie”. No sólo eso, es la nación que más ha ensalzado su orgullo chauvinista a través del cine, pero ahora, es la que más ha denostado su propia naturaleza, con bellas obras actuales, como Killig them softly (Dominik, 2012) y The Wolf of Wall Street (Scorsese, 2013). Además, creo que con esta película se reafirma la inquietud que subyace en toda la obra de Thomas Anderson: develar la parte mundana que se esconde detrás del poder. Se trata de desvestir hasta lo pornográfico, en elegante construcción cinematográfica, el esoterismo de toda institución poderosa, como lo es Hollywood (Boogie Nights), el petróleo (There will be blood, 2007), la religión (The Master) Y ahora sólo como colofón, el departamento policial que está en medio, un engranaje de la podredumbre que es un ser vil, servil.

AC. Remueve sus raíces en There will be... Indaga sus mitos en The Master.

DVP. Y va hacia lo útlimo, lo motríz con miras humanas. Detrás de todo progreso y construcción es, la pulsión humana del hedonismo-sexo-drogas-placer. Por ejemplo, no es gratuito que salga Belladona, una ínclita actriz porno. Pero me parece muy significativo, a nivel del relato, el final, cuando Shasta, que se nos ha mostrado a través de una sensual cortina de humo, le pregunta a Doc: "¿Qué tipo de chicas necesitas?"

ACCierto, cierto. Es interesante ver esta red que saca a relucir el papel de Owen Wilson, que se nutre de los procesos del vicio, de la circularidad, de la necesidad y el placer, y no es el primer "comediante" que utiliza.

DVP¿No crees que cuando el personaje de Owen le dice a Doc “Gracias por sacarme de aquí”, se lo dice, en realidad, a Paul Thomas Anderson? Por sacarlo de su comediantismo ramplón? Y entonces se vuelve a resolver metacinematográficamente también, ¿no?

ACAunque Owen es un caso: puede hacer algo terrible y chapucero y luego salir con Wes Anderson, amigo de la Universidad y contínuo colaborador. En fin. Pero a mí, en suma, me gusta pensar Vicio propio (2014) junto a Le salauds (2013) de Clair Denis, junto a Más negro del carbón (Yinan, 2014), o incluso a la ya viejona Brick (Johnson, 2005), ejemplos de un noir vigente y juguetón que se presta para lo sórdido y la crítica soslayada...

 

Y así concluye esta experiencia de dos críticos, pretextada por un filme que se podría vender como “de aventuras”, pero que se trata (desde su origen novelístico) de un razonamiento ético sobre los cimientos de “la justicia” estadounidense, como aparece en el diálogo. Quizá sólo haya que sumar el encanto de la luz inmerso en el trabajo matérico de la cinta, hecha en 35 mm, cuando los tiempos del debate digital impulsan la univicidad nuevos formatos.

Queda el verla pensando seriamente en el estado actual de nuestros vecinos del norte, tal como quiere que lo hagamos la fórmula cultista Pynchon-Anderson.

 

6.04.15

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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