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Un bodrio llamado Cantinflas

por Josefina Gamez Rodríguez

 

“Televisa cine presenta”, leyenda a la que tratarán de acostumbrarnos, abre el telón de una de las peores bromas del cine nacional, un parcialmente infecto paseo por dos mentirosas y exangües décadas en la vida del falseado “último mito mexicano” (cfr. Monsiváis), Mario Moreno Cantinflas, un biopic-fetiche incontrolado del trágico cineasta Sebastián del Amo (El maravilloso mundo de Juan Orol, 2012) que hoy prueba suerte en un ruedo muy a modo.

Pero vamos viendo.

Luego de un diseño de créditos animado hermosísimo, que nos pone en contexto (la situación de Hollywood en 1955... algo que lo podría tener muy preocupado, querido lector, porque es definitorio para la película), se da cita un tropel de diálogos entrando a un hotel, siendo interpretados por un puñado de amateurs que hacen las veces de auténticas voces de aquel ayer, al servicio del dador de limou Michael Todd (Michael Imperioli, que van a recordar como el niño al que mata Pesci a balazos por burlarse de él en Buenos muchachos, Scorsese, 1990), un maníaco del cine clásico al que acaba por dársele trato de un mesías de la industria (hasta con idiota unción del gran Chaplin, aquí escasamente caricaturizado) con su impresentable proyecto de La vuelta al mundo en 80 días (Anderson, 1956).

Primera errata: Todd quería inventar una ventaja frente al cine de los jóvenes europeos que llegaron a destrozarlo todo (Godard et co.).

Corte directo al meollo del asunto (que no es la limou con la que se conquistó el corazón de la Taylor, ni la triste vida laboral de un asistente de dirección), sino cómo el héroe escala del lodo al globo de oro (de lodo a lodo, dirían otros). Se nos presenta a Mario Moreno Reyes (Óscar Jaenada en tono del peor Cantinflas) luchando, tenaz, hasta construir a través de “su facilidad de palabra”, y casi de manera espontánea, en un ambiente pseudo mágico, al personaje del pelado callejero que encumbraría al hombre y que sería la síntesis anacrónica del mexicano que la Ciudad no necesitaba en el periodo entre guerras, el hijo del Periquillo Sarniento y el mal aprendiz del Canillitas, nietecito de buscón y pícara peninsulares, el inigualable, el inmensito y verborréico Cantinflas (Óscar Jaenada en tono de triste imitación de Cantinflas Show), muy importante en la historia del cine, pero por cosas que no están en esta película, hay que decirlo de una vez por todas, al lector interesado.

Corte directo a 1955. Todd desdeña a Mario Moreno. Ya podemos ir sospechando que el filme seguirá una lógica de montaje en encuadres generales, con movimientos discretos y estandarizados de un cine que ya no debería verse (cfr. Navajazo de Silva, rompiendo todas las pantallas), en el que las acciones del pasado de Cantinflas justifiquen su obtención del papel de Passepartou en el molote del megalómano productor gringo, más interesado en él mismo dar la vuelta al mundo, que en hacer una decente obra cinematográfica.

Todo se le va de las manos a Del Amo cuando tiene que empezar a ceñirse a lo que le dicta Eduardo Moreno Laparade (dueño de los derechos de las películas de Moreno Reyes) acerca de su tío, reafirmando hasta la náusea que él no podía tener hijos y que nunca los tuvo en secuencias cursis cursis de comercial de Palacio de hierro (primer plano de destrozos, de fondo los personajes en azul; lluvia cayendo sobre rostro de personaje, grúa de close-up a plano panorámico, insignificándolo todo), así como la versión en montaje sucedáneo de que Cantinflas vino a desplazar a un pesadísimo Medel decadente.

Segunda y terecera erratas: Mario Moreno incursionó hacia los años 40 en la adopción, por cierto de dos adolescentes de los que él mismo renegó cuando las cosas se le salieron de control, y Manuel Medel acabó catapultando al indisciplinado personaje de Moreno Reyes, que fue hasta muy tarde que comenzó a educar a la masa, no en la carpa, como se insinúa en el rollo cinco de la película.

El asunto se vuelve ya insoportable cuando, en viñetas encuadraditas, se nos va informando cómo se afianza el personaje en el cine, cómo pone “en su lugar” al vanguardista Bustillo Oro, cómo corre a Alejandro Galindo del set (como si eso fuera una hazaña) para ofrecer el trabajo de dirección al obediente Miguel M. Delgado, cómo lucha por los derechos de los trabajadores del cine (sin mencionar sus monopolios y sus charrerías recién publicados por Luis Guillermo Hernández en Emeequis, 336), cómo se presenta en la inauguración del Teatro de Los Insurgentes al borde del colapso (cuando en realidad tenía un compromiso profesional fortissimo con el empresario que pagó el mural de Rivera)…

Cantinflas (2014) estará cobrando entradas con, por lo menos, 1,300 copias (con miras a estrenar en 2,500) en un México de seis mil salas, en donde el señor espectador no dudará en entrar a ver un bodrio insostenible cuando pretende igualar los rostros de los antiguos ídolos del celuloide, cuando pretende encender los ánimos triunfalistas de un magnate del cine –sigo hablando de Cantinflas– que siempre estuvo al servicio del jefe sexenal en turno y que acabó su vida haciendo campañas presidenciales, dando sermones gratuitos y promoviendo figuritas odiosas del regente (igual trajecitos y patrullas nuevas en El patrullero 777, M. Delgado, 1978), que atuendos y actitudes de El barrendero ( M. Delgado, 1981), pero que la película no toca con el pétalo de una flor.

Pero eso sí, deja lucir las florituras bobas de un actor catalán condenado a haber participado en la que no dudo en llamar la peor película del cine en México ( y eso sí ha de ser un logro frente a Autopsia de un fantasma, Rodríguez, 1966, o la saga de la Chilindrina), y que, no contento con dedicarle una mofa a un supuesto Marlon Brando en una supesta entrega del Globo de Oro, se avienta la muy mala imitación del numerito de El bolero de Raquel (M. Delgado, 1957) para doble infortunio de Ravel y de todos a los que nos gusta leer los créditos: la secuencia de la película original ya era desquiciante, improvisada y deforme, pero tenía una gracia… que aparecía Cantinflas.

 

Postdata: nada voy a decir sobre la anécdota imposible (Chaplin jamás de los jamases escribió ni dijo que Cantinflas significaba nada para él, y si es que vio algún impresentable título del mexicano, no pudo haber entendido su técnica lingüística).

 

18.09.14

Josefina Gámez Rodríguez


@PepitaGamez

Maldecida por la conjunción de sus padres, está destinada a desgarrar filmes para ganarse la vida, mientras gusta de prostituirse como divertimento cultural. Si de rostro bizantino, su maquinaria torácica pasa atrevidamente por lo más vanguardista....ver perfil
Comentarios:
22.09.14
Esteban Soberanes dice:
Ahora "CUALQUIERA" es critico de cine. Pura frustración personal se alcanza a leer en esta seudo critica. Endeñando los chones y haciendo escándalo para ser alguien unos segúndos de vida. En fin tal cual vio la peli igual su critica.
22.09.14
Alejandro L dice:
El cine mexicano apesta, simplemente y por donde se le quiera ver.
22.09.14
Kali dice:
No he visto la película, pero esta reseña es verdaderamente espantosa. Con tantos términos taaaan pretenciosos, es verdaderamente un asco. Yo leo pura frustración de escritor.
23.09.14
Gregorio Lywer dice:
Siempre tan precisa en todas sus lecturas, doña Pepa. Aplaudo este texto, más no la cinta. Esta película es casi tan triste y deprimente como lo fuera la figura de Cantinflas; deprime ver cine tan estúpido. De todos modos, espero que estos idiotas que hicieron tan aburrida película nunca intenten tocar al sublime Germán Genaro Cipriano Valdés Castillo (Tin Tan). Saludos
18.12.14
Gerard Prada dice:
Pena da, y mucha, leer comentarios tan estupidos como los de algún gregoriano (lo de gregoriano no es precisamente porque cante) ya que son pura basura sin sentido, pero bueno se deben de tomar como de quien viene, o sea como nada....y ya sabemos que "la envidia es la religión de los mediocres"....saludos de Lima Perú...
comentarios.