por Arantxa Sánchez
I wanted to have many people exchanging glances. Seduction comes through looking at somebody.
Alain Guiraudie
Un homenaje a los cuerpos, una atmósfera extraña, densa, una obra sobresaliente para el que busca la historia, como para el que prefiere los aspectos formales. Repeticiones desiguales, estados de ánimo que se ubican en realidades a veces barrocas, a veces simples. Así es Alain Guiraudie, el director francés que se ha convertido en una revelación cinematográfica por su propuesta inusual que reta y descoloca.
El trabajo de Guiraudie se mueve en direcciones contrarias: desde lo impreciso y lo complejo, hasta lo geométrico y las puestas en escena delineadas que se moldean en una arquitectura aparentemente simple. Desde su primer cortometraje, Les héros sont immortels (1990), hasta su última película L’inconnu du lac (2013), ganadora del premio como mejor director en "Un Certain Regard” del Festival de Cannes, queda sobre la mesa la capacidad creadora de Guiraudie.
El director francés prefiere trabajar en la pureza, en la crudeza, apoyarse de los diálogos, en los cortes de continuidad, en la luz natural, elementos que le permiten colocarse en lo fantasioso, lo misterioso, lo real, en palabras de Guiraudie: “la manera de recortar el espacio en pequeños espacios de una forma arquitectónica”.
Con L’inconnu du lac se recupera lo sencillo, lo natural: un mundo real (menos fantasiosos que, por ejemplo, el mundo de Le roi de l'évasion) que explora y cruza conceptos como el amor, el placer, la muerte, la soledad… para entregar un collage interesante de emociones: quizá el sello distintivo del director francés es su indagación por dimensiones humanas llenas de personajes muy particulares que sobrepasan lo convencional, los clichés y los tabúes.
Proveniente de la Villefranche-de-Rouergue, en Francia, la predilección por el tratamiento del espacio y el tiempo del director es notoria en las grandes tomas como protagonistas de sus películas: el campo francés, los espacios públicos, libres, rurales que, combinados con la historia y su realización, resultan en producciones con un amplio espectro de sensibilidad que permite que la mirada del espectador establezca un diálogo agudo con las imágenes y el sonido.
Con un reconocimiento gradual de su labor, este diálogo con las imágenes es una búsqueda multifacética, dinámica, una revolución que “en tanto quiebre social, económico, estético y sexual (es decir, de todos los regímenes de la realidad), recorre toda la obra de Guiraudie”, según palabras que Diego Trerotota, para el catálogo del BAFICI de 2010.
Para muchos críticos hay una desobediencia erótica que impregna su trabajo al abordar el tema de la sexualidad de maneras inesperadas, irónicas, hilarantes, densas. El crítico Eduardo Antín, en el mismo catálogo del BAFICI, señala que “sus películas son de algún modo escandalosas, porque hacen ordinario lo que para el cine es excepcional”.
De eso ordinario se crea un punto de vista que abandona los convencionalismos del cine gay (con todos sus miedos y autocensuras) para explorar el microcosmos de la homosexualidad en lo explícito y lo transgresor de una manera depurada, sutil. La carta de presentación de Guiraudie, con sus diez producciones a cuestas, tiene un buen sabor de boca.
Con él o se ama o se odia, no hay más: ser espectador de su trabajo no es tarea fácil. Los tabúes y la incomprensión disfrazados como “respeto” hacía la otredad se disparaban con su obra: él es un director que sabe lo que hace, que sabe lo que quiere y que desde el principio tiene bien planteado la estructura fílmica de su trabajo. Eso, para muchos, es difícil de comprender, pues ¿qué hay de innovador en una película en donde el sexo es explícito?
El riesgo es estancarse en lo visible y olvidar que cuando se hace cine, hay miles de telones de significación que quieren ser descubiertos. El director francés tiene la capacidad de hacer de lo simple una problemática universal, de manejar hábilmente lo particular hasta convertirlo en esas tomas abiertas llenas de luz que abarcan grandes paisajes como uno de los sellos de su cine.
Habrá que ver hasta dónde Guiraudie explora su genio y hasta cuándo se le podrá reconocer como uno de los pocos cineastas que se han adentrado en la homosexualidad cinematográfica que no necesita acceder a lo pornógrafo, a lo autocomplaciente, y que apuesta por asumir y disfrutar la identidad.
El recordatorio es latente: esto es lo que pasa cuando un artista se mantiene fiel a trabajo pues, a pesar de realizar películas desde los 90, y con su más reciente reconocimiento, Guiraudie se ha convertido en el mejor secreto de Francia: un cine feroz, que cuestiona y trata de redescubrirse en un constante desafío entre él y el espectador.
Guiraudie también lee F.I.L.M.E. y le requetencanta.
11.02.14