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Un desastroso caos fílmico: A few best men

 

¿Qué pasó en la boda?


por Mariana Dávila Moreno

 

¿Qué pasó en la boda? (A Few Best Men, 2011) del director Stephan Elliot (de quien recordamos Las aventuras de Priscilla, la reina del desierto, 1994) debió ser nominada a un Razzie. La película, que recién llegó a carteleras mexicanas, falla en todos los aspectos. Escrita por Dean Craig (Death At A Funeral, 2007), narra la historia de David Locking (Xavier Samuel) y Mia (Laura Brent) quienes, tras pasar unos idílicos días en la playa, deciden que no pueden vivir el uno sin el otro y que, lejos de toda lógica, están listos para casarse. Poco importa que no se conozcan realmente o que él sea inglés y ella australiana, pues ambos están convencidos de que su matrimonio funcionará. Este hecho desencadena la trama del filme, la cual arranca cuando el novio, junto con sus tres insufribles amigos Tom (Kris Marshall), Graham (Kevin Bishop) y Luke (Tim Draxl), viajan a Australia para el gran día.

Lo que en principio promete ser un filme más o menos tolerable; malo pero efectivo en su propósito de divertir como The Hangover (2009); exagerado pero bastante gracioso como Meet the Parents (2000), se desvanece en cuanto el cuarteto baja del avión.  En este punto se presenta al resto de los protagonistas (cada uno más molesto que el anterior): la acaudalada y disfuncional familia de Mia conformada por su ex parrandera madre Bárbara (Olivia Newton John), su  snob padre Jim (Jonathan Biggins) y su irreverente hermana Daphne (Rebel Wilson), así como por una oveja que será el recurso más recurrente del director para representar momentos fársicos. Finalmente, también aparece el narcotraficante Ray (Steve Le Marquand), otra figura clave en la cinta.

Sin ningún preámbulo que ahonde en la gris y desangelada relación de David y Mia –lo que al menos le daría algo de verosimilitud al relato– o que desarrolle una dinámica entre los personajes, Stephan Elliott salta sin más a la boda. Ésta, como se intuye desde un principio, resulta ser un caos total. Entre los hechos que provocan este desastre se encuentran: el robo de la oveja de Jim y su incómodo intento para hacerla lucir como una mujer, el error de Graham de llevarse la maleta de Ray llena de cocaína, la tediosa y perpetua borrachera de Luke y la grabación de un video que pondrá en jaque el compromiso de la pareja.

No hay mucho más que decir. El filme va en declive, saltando de un absurdo a otro y, lo que es peor, cayendo en todos los lugares comunes del género sin hacerlos funcionar. La fórmula que incluye: referencias sexuales, chistes escatológicos (que en este caso dan más asco que risa), sustancias alucinógenas y el quiebre de personajes que se tornan cómicamente violentos. Todo elemento presente no alcanza para provocar carcajadas. El humor es burdo, vulgar y está toscamente trabajado. Tanto Elliott como Dean Craig subestiman al espectador; olvidan que lo grotesco, lo exagerado y lo inverosímil (sin una historia medianamente sólida de fondo) no logran sustentar una cinta, por más ligera que ésta pretenda ser.

Por su parte, las actuaciones son malas y poco creíbles. Ninguno de los protagonistas, salvo quizá Daphne, genera empatía. No podemos apropiarnos de los fracasos y triunfos de éstos, ni sentirnos parte de las peripecias a las que se enfrentan. Ni siquiera la escena que podría ser rescatable, donde los cuatro amigos se encuentran contemplando el atardecer en un hermoso paisaje frondoso, escapa a los chistes malos de sus realizadores.

Así pues, ¿Qué pasó en la boda? deja al espectador preguntándose: ¿por qué demonios, tanto en la boda como en la realización de la película, nadie grito “¡Me opongo!”?

 

14.01.14



Mariana Dávila Moreno


@manzanita_zeta
Biodegradable, comunicóloga, cafeinómana, escritora, periodista en formación. Amante de las bellas artes, las tardes lluviosas y las enfrijoladas sin pollo. En búsqueda de realidades inusitadas.....ver perfil
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