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El lobo de Wall Street

por Julio César Durán

 

Estos ñatos creen que la seriedad tiene que ser solemne o no ser;

como si Cervantes hubiera sido solemne, carajo.

Julio Cortázar

 

Jordan Belfort, corredor de bolsa extrovertido, hilarante, escandaloso. Un argumento a la manera biográfica tal como gusta tanto en Hollywood, donde veremos, una vez más, al héroe norteamericano por excelencia, un Leonardo DiCaprio ruidoso, explosivo, irreverente, salvaje, cínico, hasta podríamos decir malacopa. Scorsese nos presenta de nuevo la clásica historia del “the rise and fall of…” (cfr. Citizen Kane, Welles, 1941); re-presenta cómo el sueño americano se convierte en ¿la pesadilla? No, mejor dicho, en la alucinación húmeda estadounidense.

En El lobo de Wall Street (2013) tanto la estrella principal, en este caso DiCaprio, como el realizador, Martin Scorsese, nos dan una interesante sorpresa a partir del cuento de siempre, y es ahí donde se encuentra uno de los valores más importantes del filme, que en sí es lo que entusiasma. Por un lado, el protagonista se quita su halo de hombre de mundo, fino e inmaculado –tal como lo vimos de Gatsby en la penosa entrega reciente de Luhrman, (2013)– para construir uno más increíble, donde se da el lujo de ensuciarse, drogarse, donde se retuerce, está lleno de muecas desproporcionadas, se distorsiona. Por otro lado, el director se quita ese aire de solemnidad que se le ve tan horrible y regresa a aquella irreverencia que lo encumbró en los 80; en pocas palabras, deja de hacer payasadas –donde queda bastante mal como El aviador (2004) o Hugo Cabret (2011)–, gracias a que renuncia a tomar tan en serio la pulcra figura que su bien peinadito cabello cano le ha otorgado, volviendo a tomarse en serio a sí mismo y a su propia obra… con humor.

Scorsese le echa el ojo a una organización bastante sui géneris en el corazón de la cultura norteamericana, el consumismo crudo, la bestial compra/venta de todo lo posible, bien reflejado por Wall Street, en la eterna ciudad-madre de este cineasta: Nueva York. En ese tono, el director se regodea en la incorrección política, casi cual edípica relación, con lo que Estados Unidos ama de sus personajes célebres a partir de la vida novelada de un Jordan Belfort real, quien en su deseo (que obviamente cumple) de volverse asquerosamente millonario, pasará por toda droga posible (dólar incluido) al mismo tiempo que se dejará llevar por la más exclusiva vida hedonista que el dinero pueda pagar. Un pequeño tour por los infiernos... desde primera clase.

El lobo de Wall Street es una nueva versión de la gran pieza que es Buenos muchachos (Goodfellas, 1990), ya no desde la Pequeña Italia y su ilegalidad callejera, sino desde algo más abstracto que habita en el alma misma del Manhattan capitalista (igual de ilegal y criminal), donde el hombre común hará hasta lo impensable por dejar su medianía: construirá y destruirá todo a su paso, en una locura tan insolente que los motores mismos de toda acción serán los que lleven a la ruina, incluso moral, al ambicioso Jordan Belfort –con la pequeña ayuda de un incorruptible agente del FBI (Kyle Chandler). Sobra decir que sí, el arco dramático, y el principio y final, del buen Ray Liotta en el conocido filme scorsesiano que inauguró la gloriosa década de los 90, serán los mismos que los del descosido Leonardo DiCaprio.

Esta entrega de Scorsese es de una muy correcta incorrección política memorable. Afortunadamente, y a pesar del ligero olor a tragedia que nos llega durante las 3 horas de duración, el veterano realizador pierde solemnidad para ganarse la credibilidad que había perdido, a ojos de su cinéfilo servidor, retomando la característica agresión a lo bien visto, así como un humor negro bastante disfrutable. Diría el buen Cortázar en La vuelta al día en ochenta mundos (Siglo XXI, 2002): “Oh, quién nos rescatará de la seriedad para llegar por fin a ser serios de veras en el plano de un Shakespeare…”. Justo, la apuesta en esta película: canonizar a un personaje que es tan obsceno como el dinero mismo, para que después éste pueda burlarse de quienes lo toman por alguien sensato, incluyendo al espectador.

Con todo lo explícito que es este filme, que no repara en insultar a nadie ni reírse de su misma pretensión épica del individuo que quiere arrasar con todo, por supuesto la obra tiene una base fuertemente moral. Esto no es gratuito viniendo de uno de los directores gringos más profundamente cristianos, que desde siempre se ha impuesto un humor ácido de su propia fe, y donde su degenerado lobo no es la excepción. La totalidad de la película tendrá siempre el dedo en la llaga de la vida que claramente atenta contra la moralidad norteamericana y por la cual el mismo Scorsese ya ha pasado. A ella se dedica y a ella se juzga desde una mirada artística, con el buen tino de no proponer una hipócrita moraleja.

El espectador atento, también podrá ver a los Freaks (1932) de Tod Browning –con todo y un velado guiño al ¡gooble, gobble!–, donde la malformación alegórica de Belfort se encandilará con la agraciada rubia y el grupo de perfectos cretinos que forman su equipo financiero y tendrá su modus vivendi en un circo de ventas y billetes, a través de los años ochenta y noventa finamente fotografiados por el mexicano Rodrigo Prieto, en tremendo espectáculo, que a pesar de todo, el maestro Scorsese vuelve verosímil como buen mago que es.

Por supuesto que el espectador ya sabe lo que va a pasar apenas transcurridos los 10 primeros minutos de película, las imágenes nos lo han dicho todo y la estructura dramática es la misma de toda biopic, respetable o no. Sí, es la misma película que los gringos cuentan desde hace 70 años. Lo sumamente atractivo de El lobo de Wall Street será la manera en que tanto Scorsese como sus actores se desatan en la gran pantalla para darnos un viaje de cocaína visual donde la más peligrosa droga será el dólar.

 

10.01.14



Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
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