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The Master


por Mr. FILME

 

Paul Thomas Anderson es un realizador norteamericano salido de las filas de una generación quienes absorbieron todos los esquemas de una tradición que postula un cine clásico con estructuras y paradigmas estrictos, a la vez que reflejaron las condiciones y los parámetros del mundo del videoclip y de la abundancia de referentes con poca significación; sin embargo hoy en día, es de los pocos cineastas que pueden considerarse autores, en la extensión más categórica de la palabra, muestra de ello es The Master, todo hombre necesita un guía (2012).

Como en el resto de su filmografía, en The Master, Anderson se erige como un creador para nada condescendiente, ni consigo mismo ni con la industria a la que bien podría decirse que pertenece de manera periférica. Apela a un cine de superficies cristalinas, que recoge las tradicionales estructuras narrativas del biopic hollywoodense pero únicamente como referente, ejerciendo giros de tuerca casi a la mitad de la película y cambia al práctico leitmotiv por tres movimientos de telones cinematográficos (del todo esteticistas) que servirán a una historia compleja, atrevida y desencantada.

Seamos impresionistas: The master es un cine que se revela en los embriagantes disolventes de la elocuencia retórica y plástica a priori.  En la que sus dos personajes principales carecen de autoconsciencia efectiva para pisar con firmeza.  Lancaster Dodd (Phillip Seymour Hoffman siempre ilustre bajo la tutela de Thomas Anderson) es el sacerdote de una metafísica que ha diseñado ad hoc para la alta sociedad yanqui de los 50’s, tan preocupada por su destino ahora que experimentan una increíble ascenso económico. Pero ha de necesitar su sacrodionisiaco alter ego que le comunique la dimensión mundana de la que toda forma de vida emerge y así consolidar su ciencia como objeto de consumo.

Seamos didácticos: Lancaster Dodd está deliberadamente inspirado en Lafayette Ron Hubbard quien fue un cuentista, poeta, ensayista y empresario de sabidurías disparatadas. Alcohólico y drogadicto. Mujeriego y pendenciero. Exteniente del Ejercito de los Estados Unidos que supo vender de forma apabullante (dejó una herencia de 600 millones de verdes) una ciencia ficción como credo religioso que es la que hoy en día en Hollywood y en la colonia Polanco muchos profesan: Dianética y Cienciología o lo que podría ser un desvarío gnoseológico en la que la gente de dinero puede no sólo expiar sus culpas, sino asumirlas como un manifiesto de vida.  

Seamos apologistas: The master, con su riguroza hechura, exige un público respetuoso que tenga la facultad de asombrarse y reírse de las hazañas de su protagonista. La escena inicial es incontestable. Es un performance hermoso sobre el desequilibrio de los que erigieron y continúan poniendo en alto el nombre de Norte América, estos abyectos pedazos de guerra que heroicamente saquean las excesivas e injustas riquezas de los países tercermundistas.  La escena final es sobrecogedora, en la que se consume por fin toda la enseñanza de la película.

Seamos contunetistas: Con el personaje interpretado por Joaquin Phoenix, P.T. Anderson examina el tipo de creaturas que le gustan. Por un lado, las de sus películas corales [véase Boogie Nights (1997) y Magnolia (1999)], que son comunicantes, omnipresentes y abarcadoras; por otro, las de sus individuos/antihéroes [véase Embriagado de Amor (2002) o  Petróleo Sangriento (2007)] que son puntualmente sobrias, en las que un personaje irrumpe, construye/deconstruye a la par que representa tanto a su contexto como al mundo del que (aparentemente) huye. Justo es Freddie Quell el alienado protagonista que sufre de la carne hasta los huesos (y de regreso) el periodo de posguerra en Estados Unidos, será un hombre que sin encontrar lugar ni encontrarse a sí mismo va a constituirse como el motor de una historia donde la espiritualidad (entendida desde una práctica o institución religiosa) queda en segundo término, dando paso a una mística que tendrá a bien echar abajo las comodidades de una época de aparente abundancia y paz, criticando la falsa estabilidad de la Norteamérica de los 40 y 50. Quell plasma en sus neurosis la pesadilla estadunidense –entiéndase el sueño americano– a través de una travesía oscura, del viaje chamánico que terminará en ningún lugar y que comenzó (como cualquier conflicto bélico) de ninguna manera. La construcción de significado a partir de puntos de referencia que son, si no ausentes, por lo menos ininteligibles.

Seamos incrédulos: ¿Quién es el verdadero maestro? ¿ Lancaster Dodd? ¿Fredie Quell? ¿Las sustancias enervantes que consumen? ¿El derrotero al que conducen estos tres elementos hipostásicos? ¿Paul Thomas Anderson?

 

Freddie Quell y la maravilla de su pócima serán el intento de construcción de un camino, la búsqueda, instintiva más no racional, de una dirección que sí tienen como consecuencia una muy particular forma de iluminación.

 

22.02.13



Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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