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Sleep dealer

por Gabriela Amione

 

Vivimos en un mundo en donde el desarrollo tecnologico ha ido evolucionando a la velocidad de la luz. Hace unos años era aun extraño pensar que podías tener un partido de tennis virtual con un contrincante que se encontrára en otro país. Pero hoy, no es difícil imaginar un uso de esta tecnologia a conveniencia de quienes la desarrollan.

Sin explotar demasiado el nacionalismo, Alex Rivera recrea con Sleep dealer (2008) la problemática económica a la que se ven enfrentados muchos mexicanos que en este futuro no tan lejano, son explotados por norteamericanos en su propio hogar. Aprovechándose de la escasez de agua en México, aquellos (que desde ahora empezaré a llamar “gringos”) se encargan de construir presas por todo el país y cerrarlas al público. Así que la única manera que queda de obtener agua para las cosechas y la propia limpieza es comprándoselas a dólar por litro.

Memo, hijo de campesino, está harto de escuchar de ese pasado al que se aferra su padre, donde las cosechas crecían sin problemas y nadie invadía su territorio. Consigue distraerse todas las tardes encerrado en su cabaña, armando un satélite para escuchar las conversaciones que tiene la gente en otras partes del mundo. Sin embargo una noche escucha por error la señal de dos militares gringos y éstos acaban matando al padre de Memo por considerarlo terrorista. El protagonista, sintiéndose culpable y con la obligación de mantener a su familia de alguna manera, sale de su pueblo natal hacia Tijuana, ciudad mexicana del futuro. En el viaje conoce a Luz, una escritora con nodos en los brazos (una especie de puertos de información que se incorporan a la piel y por medio de los cuales, estando conectado, puedes trabajar en cualquier lugar del mundo y conectarte con otra gente que los tenga).

Con sus nodos ya instalados, Memo empieza a trabajar en “Sleep dealers”, empresas donde se conecta a la mano de obra y pueden trabajar en diferentes partes de Estados Unidos. Con tan sólo mover las manos, Memo puede trabajar en la construcción de un edificio en San Francisco.

Para los norteamericanos esta nueva tecnología lo es todo, mucha mano de obra barata sin los trabajadores, pero Memo pronto empieza a darse cuenta de que el estar tanto tiempo conectado, agota su energía y pone en peligro su vida.

Como película de género, me parece extremadamente interesante, pues sin el argumento básico de las películas de ciencia ficción, que generalmente consisten en una invasión (ya sea de marcianos, robots, clones o de la humanización de cualquiera de estos tres), Sleep dealer trata en un ámbito futurista una problemática actual. Sin muchos más elementos que el de la creación de los nodos para poder conectar la trama narrativa, todos los elementos que aparecen son contemporáneos. Es decir, los humanos son humanos, no hay autos voladores, la moda (o mejor dicho la manera de vestirse) es la misma que hoy en día, pero sobre todo, los problemas entre naciones también son los mismos y pese a ser las opiniones del autor sobre cuestiones como inmigración –los mismos que toca Ken Loach en Bread and roses (2000)–, la perspectiva desde la que está narrada la película, es distinta, muy original.

El filme se plantea a partir de una aparente resolución de la problemática de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos (pueden trabajar en dicho país sin físicamente estar en él), al tiempo que hace un excelente retrato social del mexicano, del gringo, de la relación existente entre ambos y del cómo nos percibimos el uno al otro.

Memo, campesino en una gran ciudad, conoce a una serie de personas que representan bien a esa clase baja que “vive sobreviviendo”. Rudy por otro lado,  perteneciente a una cultura basada en el miedo, tiene un trabajo que consiste en defender a su patria contra cualquier peligro. En una conversación que tiene Rudy con sus padres, éste les expone temores sobre su trabajo, sobre lo ético (o no) de matar y sus padres le contestan orgullosos que lo está haciendo por su país y que no hay nada de que arrepentirse. Cabe destacar, que por el casting que compone Rudy y su familia, puede hablarse de una familia con ascendencia latina, que en algún momento también tuvo que pasar por la terrible frontera en búsqueda de un futuro mejor y que ahora, creyéndose completamente pertenecientes a esa “cultura” –si puede llamarse así– ignora sus orígenes, les han vendido el sueño americano.

Por un lado, se sigue viendo a Estados Unidos como la tierra de la libertad, la tierra prometida y se está dispuesto a llegar ahí no importando las circunstancias. Sea como ahora, atravesando un río, o como se retrata en la película, estando ahí virtualmente, el mexicano no abandonara nunca esta idea. Por otro lado, el gringo percibe al mexicano como una plaga, a quien primero hay que impedirle el paso y que si es capaz de pasar, luego hay que explotarlo. Hace mucho que México ya no se percibe como en las películas clásicas, en donde se veía como el paraíso, en donde se refugiaba todo aquel que necesitara huir de la justicia estadounidense. Los gringos también se han encargado a través de la industria cinematográfica en convertir a México en un infierno, de donde nadie sale sin que le hayan hecho algún daño. En la frontera entre los dos países el filme muestra una leyenda enorme que dice: Enter México under your own risk.

Sleep dealer trata un problema político, sin embargo Rivera gira hacia la perspectiva social, intentando vivir el conflicto desde dentro y sin complicarse demasiado con asuntos políticos. Es una denuncia contra los derechos humanos, una advertencia de un posible futuro que bien podría ocurrir hoy. Se trata, en parte, de un llamado a no desperdiciar los recursos y sobre todo de defenderlos como propios antes de que lleguen “otros” a “liberarnos” y tomen por suyo lo que es nuestro.

La ciencia ficción es un género bastante explotado por el cine estadounidense y generalmente estas películas comparten además de las tramas, otras caractarísticas: enormes presupuestos, efectos especiales y grandes estrellas (como las películas de Neill Blomkamp). Sin embargo, visualmente, la película también vale la pena pues es una propuesta con un look distinto al que la ciencia ficción nos tiene acostumbrados, que permite que el presupuesto pueda ser increíblemente más modesto y por medio de la cual no se pierde nada tampoco.

Existen pocas películas del género en donde la ciencia ficción no sea lo más importante, en donde sea solo un instrumento para llevar a otra cosa, en donde lo espectacular no resida en los efectos especiales sino en la genialidad del guión y la puesta en escena. Existe una coherencia absoluta entre todos los elementos que componen la película, que hacen que incluso quienes no son afectos al sci-fi, puedan sentirse tocados por las intenciones del autor.

Ciencia ficción, un género poco logrado, pero sobre todo poco difundido por el cine mexicano, que sin embargo, tratado en paralelo con las problemáticas sociales a las que se ve enfrentado el país, desde hace décadas, hace una propuesta futurista, que a pesar de ser irreal, es completamente verosimil.

 

03.10.13



Gaby Amione


Estudió cine en el ESCAC (Escola de Cinema i Audiovisuals de Cataluyna) especializándose en dirección. Creyente de que para hacer cine no hay mejor forma de acercarse y aprender que viendo películas. ....ver perfil
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