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Mario Almada

Figura inevitable de la historia del cine mexicano, actor, productor e incluso en alguna ocasión, co-guionista de un espectro bastante amplio de géneros dentro de la pantalla de plata. El señor Almada llegó al mundo en 1922, pero nació en realidad en 1966 con un pequeño papel en Los jinetes de la bruja (Vicente Oroná) y desde entonces ha interpretado a centenares de personajes como jefe de una banda criminal, sheriff, detective, médico, pistolero, psicoanalista, ex futbolista… héroe. Recientemente, para ser exactos en el mes de agosto, fue homenajeado en Cineteca Nacional (donde, lo crean o no, se ha exhibido gran parte de su obra) por su larga trayectoria, dedicándole el  Día de la Academia por ser “uno de los histriones más importantes del cine nacional”.

Querámoslo o no, la efigie de este caballero es pieza fundamental para entender al cine popular y a cine de género (sea en 35mm o en video) en nuestro país, tanto así, que simplemente en 2010 lo encontramos como una representación de autoridad o en todo caso como el gran símbolo fundacional tanto para cineastas de culto como para nuevos directores: en El mar muerto de Ignacio Ortiz, es el Padre casi mitológico dentro de un paraíso perdido; en La pantera negra de Iyari Wertta, se trata del gran jefe a quien no se le escapa nada que esté dentro de su territorio; para El infierno de Luis Estrada, lo encontraremos tanto como padre fundador como máxima divinidad a quien rendirle cuentas en el universo del narcotráfico.

 

por Verónica Ramírez

 

Vamos a ponernos a tono del acordeón, al ritmo de las guitarras. Sonora reveló a un hombre que sobrepasa el relato en ocho sílabas.

El imaginario colectivo mexicano no sería el mismo sin la figura presente de Mario Almada. Productor junto a su hermano Fernando Almada, un Ariel de oro obtenido en la pasada entrega de los premios de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (2013) y más de 300 películas, entre ellas se encuentran Todo por nada de Alberto Mariscal por la que se llevó una Diosa de Plata como “Revelación Masculina”, Cazador de asesinos de José Luis Urquieta, La banda del carro rojo de Rubén Galindo donde comparte créditos con los Tigres del Norte (en sus años lozanos), Cabalgando con la muerte y La fuga del rojo de Alfredo Gurrola, Aquellos años y Emiliano Zapata de Felipe Cazals, El sabor de la venganza también de Alberto Mariscal, Pueblo de madera y El Gavilán de la Sierra de Juan Antonio de la Riva, La viuda negra de Arturo Ripstein, El infierno de Luis Estrada y El mar muerto de Ignacio Ortiz.

¿Qué nos ha quedado a deber este vituperado personaje? El cine de Almada se ha señalado por repetir ciertos temas, por lo cual algunos adjudican la poca calidad reflejada en la realización fílmica mexicana, pero, el trasfondo de esto se relaciona directamente con intereses políticos y personales, más que con el hecho de hacer cine con cierta manufactura. El problema no es que existan películas que no cumplan con grandes estándares de calidad, sino más bien, la nula o poca apertura para hacer y exhibir un cine diferente.

¿Qué le debemos a este infaltable personaje? El cine mexicano le debe en gran medida la resistencia cinematográfica a Mario Almada, en ese periodo cinematográfico que carecía de la hostia bendita de la crítica. El mexicano como todo espectador siempre busca un nicho de sí mismo, no hay nada más gratificante que encontrarnos con un cine que nos identifica y es honesto en su hechura, que se mantiene vivo como los buenos vinos, sobre el camino del tiempo.

Ceñido en una chamarra de piel, el disparo infinito para el que hoy en día lleva el posmoderno mote del “Chuck Norris mexicano” no daba oportunidad ni a seis, ni a quinceañeras. Las balas nunca habían sido tan veloces como lo fueron para el incorruptible hombre-acción, que contempla bajo la sombra árida de un sombrero en algún western con sello de garantía Almada.

 

26.09.13

Veronica Ramirez


@vehuitz1
Realizadora, guionista lunar en el arte y oficio del movimiento.....ver perfil
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