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Excelsior! Los juegos del destino

 

por Julio César Durán

 

Para el hombre promedio occidental, parece no haber nada más aplastante, dañino y desesperante que la vida cotidiana. Esa dulce ilusión de rutinas, de labores, dramas, en fin, que parecen estar violentando todo el tiempo al tipo común y corriente que camina todos los días por las calles. Para sopesar lo bueno con lo desagradable, para superar las constantes barreras asfixiantes que se presentan en el día a día, ¿existe algún método?, ¿se trata de simple suerte o tal vez todos deberíamos tener una estrategia previa a entrar al gran campo de juego? El director David O. Russell (Flirting with Disaster, 1996) se enamora del sujeto ordinario e intenta inmiscuirse en los problemas y presiones personales en su más reciente filme, Los juegos del destino (Silver linings playbook, 2012).

Con ocho nominaciones a los premios Oscar, incluyendo el de mejor película, mejor guión adaptado y mejor director, Silver linings playbook [1] –sí, omitiré de aquí en adelante el soso título que lleva en México porque desvirtúa totalmente el sentido del filme– nos pone en la aturdida cabeza de Pat (Bradley Cooper, en el mejor papel que le he visto hasta ahora), quien tras ocho meses en un hospital psiquiátrico de Baltimore, regresa a casa de sus padres para recuperar su vida y a su esposa después de que un incidente disparara episodios bipolares en él.

Silver linings playbook es una falsa comedia romántica. Es cierto que Pat conocerá a Tiffany –la sexy Jennifer Lawrence, a quien se le ve mejor interpretando a una chica trastornada que a una melancólica guerrera preocupada por el mundo, cfr. Los juegos del hambre, 2012)–, con quien establecerá un vínculo, en principio, por el trato que hace con ella, para dar pié más tarde a una verdadera amistad; también estarán los amigos como Danny (Chris Tucker, a quien no le había puesto atención desde El quinto elemento de Besson) que ayudarán a Pat a darse cuenta de lo que realmente quiere; o sus padres, específicamente Pat Sr. (un sobrio y bastante creíble Robert DeNiro), con quien va a tener una relación de estira-y-afloje para al final reencontrar el lazo de padre e hijo; y no podía faltar, sí, el ridículo, obvio, cursi beso final (no se preocupen, se ve venir desde los primeros minutos de la película). Sin embargo todos estos escenarios no se tratan más que de meros pretextos –una suerte de formato– para la poco ácida visión del mundo que tiene el protagonista, enfrentado a una economía de la vida donde todo debe encajar o donde todo debe vivir al mínimo para seguir adelante.

 

Un cierto lugar, un cierto momento, ciertas comidas, ciertos rituales, completamente distintos a cualquier otra cosa, pero todas las emociones y anhelos de amor, respeto y sustento resultan sumamente universales.
-David O. Russell

El realizador, quien encontró el impulso que le faltaba a su cine independiente con la bien lograda Tres Reyes (1999) –película anti-nacionalista que llegó previo al 11-S, cuando a nadie le importaba la incorrección política–, adapta la novela homónima de Matthew Quick después que el gran productor de autores estadounidenses, Harvey Weinstein, comprara los derechos. Con un afán de manejar la cotidianeidad tal como es, sin exageraciones ni efectos, sin grandes cambios o pretensiones, parece que los creadores quieren conectar con un público que será el depositario de emociones para nada ajenas. Momentos insufribles que se van a cargar de significados, a pesar del cinismo de los personajes o de la falta de empatía, todos encuentran pequeños lugares por donde escurrir su humanidad, tal vez aletargada.

Los logros de la película son precisamente el trabajo con los actores, a quienes les quita el maquillaje, es decir a la personalidad de sus personajes, para dejarlos en lugares más planos (sin llegar a ser cansados); también la fotografía que con su simpleza y falta de contrastes, porosa a ratos, incluso borrosa, nos comunica únicamente el discurso del argumento, no más; el juego que hace el ojo del cinefotógrafo es discreto pero efectivo, campo y contra campo con cámara en mano, constantes y veloces acercamientos al rostro de Pat, intercortes que dan agilidad a las secuencias y finalmente un recurso retórico peculiar que usa de escena a escena, el pasaje entre capítulos se da siempre primero mirando al suelo para, apenas comenzando a andar, levantar la mirada y seguir adelante, un excélsior visual.

David O. Russell dirige una película sencilla y bastante honesta, que claro tiene sus puntos débiles, pero que curiosamente no cayó en el discurso chovinista de sus contemporáneos. Parece que se desea apelar a un cine personal, tanto que el mismo cineasta cuenta haber escrito veinte borradores de guión durante cinco años –habrá que notar que éste proyecto lo comenzó incluso antes de hacer la multi-nominada y multi-premiada The fighter (2010)–, hasta lograr el resultado que vemos en pantalla.

Silver linings playbook pone a cuadro la confrontación entre nuestra fe, representada en la búsqueda de la suerte en los partidos de las Águilas de Filadelfia, y la estrategia a seguir para ganar, el respetar el sagrado libro de jugadas, estar atento a las señales que nuestros compañeros en el campo nos dan para hacer nuestra parte lo mejor posible. Este afán está combinado con una memorable banda sonora que va desde Led Zeppelin a los Alabama Shakes, pasando por The White Stripes, Alt-j y Dave Brubeck, hasta su momento cumbre en la escena donde Pat y Tiffany desarrollarán su coreografía de baile con las voces de Bob Dylan y Johnny Cash de fondo en la conocida Girl from the North Country.

La apuesta final, que incluye el fanatismo supersticioso de Robert DeNiro y el todo por el todo que se jugará Bradley Cooper en la competencia de baile, le pondrán la sal a una tragicomedia bien hecha, y que seguramente, su aura de filme autoral, no impedirá que llegue a un público bastante amplio.


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[1] El nombre de la película se refiere a un juego de palabras norteamericano que encuentra su base en el dicho anglosajón “every cloud has a silver lining”, literalmente: cada nube tiene un borde plateado; metáfora optimista sobre un mal día (días nublados, grises, oscuros) que, sin embargo, puede tener su lado bueno. El playbook se refiere a los libros de jugadas usados en deportes como el futbol americano.


07.02.13



Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
Comentarios:
07.02.13
Pam dice:
Estoy totalmente de acuerdo contigo; creo que la película es simple pero muy bien hecha en aspectos diferentes. Me encanto la cinematografía y la dirección que tomo el director al hacer esta película. Creo que este tipo de películas/guiones son los cuales a los que en las manos equivocadas, pueden estropear completamente una visión realizada a el cine. este no fue el caso de Silverlinings Playbook; el director ejecuto la película con una naturaleza y originalidad que no se ve frecuentemente en Hollywood. Me encanto el papel de Bradley Cooper y Jenifer Lawrence siempre ejecuta sus papeles admirable mente para una joven actriz de 22 anos.
comentarios.