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Ruby Sparks

Luis Mariano García


La historia de Ruby, la chica de mis sueños (Ruby Sparks, Jonathan Dayton & Valerie Faris, 2012) podría sonar a muchas otras. Montones de películas de los géneros más diversos han tratado sobre escritores y sus personajes yendo más allá de la ficción. Con ejemplos tan distintos como Stranger Than Fiction(Foster, 2006) o In The Mouth of Madness(Carpenter, 1994). Pero el guión de Zoe Kazan logra ser novedoso y fresco, pese a tener lazos comunicantes con algo tan antiguo como el mito de Pigmalión.

Ambas tratan de un artista enamorado de su obra que cobra vida, mas las semejanzas terminan ahí. Mientras Pigmalión se enamora de la estatua que ha esculpido, debido a la gran belleza que ha puesto en ella, Calvin —el protagonista de Ruby Sparks— crea una mujer expresamente para enamorarse de ella. Calvin(Paul Dano) escribe a Ruby (Zoe Kazan) tal como la quiere, como la considera perfecta, como el cumplimiento de su ideal. Y cuando —por quién sabe que inescrutable razón— Ruby se vuelve real, pareciera que todo está dado para una relación perfecta. Pero eso está por verse.

La relación entre Calvin y Ruby va más allá de la de un escritor con su creación ficticia, es la relación entre dos personas que resultan bastante reales. El origen extraordinario de Ruby da para generar situaciones cómicas al inicio de la cinta, pero pronto queda hecho a un lado mientras la película evoluciona como una comedia romántica más convencional. Sin embargo permanece latente y con él, el poder que tiene Calvin para reescribir a Ruby a voluntad. Y aunque él afirma no volverá a escribir nada sobre ella —pues asegura ya es perfecta tal como es—,la gente cambia de parecer.

Calvin es un idealista, sabe muy bien —o cree saber— cómo deben ser las cosas y cree que estos ideales son plausibles. Pero esto mismo lo vuelve muy poco tolerante al incumplimiento de dichos ideales establecidos. Detesta la nueva forma de vida de su madre(Annette Bening) y a su nuevo marido, un neo-hippie escultor/ebanista ecologista (Antonio Banderas). Se queja con su psiquiatra (Elliot Gould) sobre su perro que orina como niña. No es capaz de escribir algo que llene los parámetros establecidos por su exitosa primer novela. Está inconforme con todo lo que no sea exactamente como él quisiera, como lo había previsto.

La relación de alguien así con una mujer a la que puede reeditar como le venga en gana, resulta fascinante. Especialmente cuando llega a su clímax en una de las escenas más bellas y poderosas que he visto este año en el cine.

Ruby Sparks es una entrañable y divertida comedia romántica, con todo y secuencias de montaje de la relación evolucionando a ritmo de pop indie a cuestas. Pero es también una interesante disertación sobre las relaciones de pareja. Un cuestionamiento sobre nuestras maneras de relacionarnos con el otro, sobre la idea de perfección en una relación, sobre el balance de voluntades de dos individuos involucrados, sobre los deseos de moldear el mundo a nuestra voluntad, sobre qué tanto sabemos realmente lo que queremos. Es tantas cosas. Una película adecuadamente dirigida por aquella pareja de directores saltados a la fama con Little Miss Sunshine en 2006, Valerie Faris y Jonathan Dayton. Una película deliciosamente actuada no solo por su pareja protagónica sino también por un elenco de soporte que incluye —además de los ya mencionados Bening, Banderas y Gould— al siempre apreciable Steve Coogan. Y es, sobre todo, una película brillantemente escrita por Zoe Kazan. Más que digna de verse.


30.11.12

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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