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Variedad y deriva: Tournée, arriba el telón

por Adriana Bellamy

 

El polifacético actor y director Mathieu Amalric nos invita a recorrer los entretelones del Nuevo Burlesque que rescata el sabor original de los espectáculos de los años treinta y cuarenta con su nueva película Tournée, arriba el telón (2010), mezcla de crítica social, números musicales, sátira y strip-tease. Desde las primeras imágenes —en los camerinos, un par de voluptuosas mujeres, cuyas figuras son algunas veces cortadas en el encuadre, se preparan para la función— el director nos anticipa el juego de espejos, sonidos y cuerpos que componen la narrativa de la película.

Ganadora del premio al mejor director en el Festival de Cannes 2011, Tournée nos muestra la gira de una curiosa trouppe proveniente de los Estados Unidos (compuesta por seis mujeres y un hombre) en su paso por los escenarios de Le Havre, Nantes, La Rochelle y Toulon. Los integrantes son dirigidos por el exproductor de televisión, Joachim Zand—un tipo taciturno de cuarenta años, interpretado por el propio Amalric, con un pequeño bigote en homenaje a Paulo Branco— quien regresa a Francia para reencontrarse con su conflictivo pasado familiar y profesional.

La fuerza escénica de lo femenino, encarnado por mujeres cuya profesión e historia está escrita en sus cuerpos y que desafían los estereotipos de juventud y artificialidad generalmente relacionados con ese medio, es el eje del filme. Pues, en la elección de sus nombres artísticos (Mimi le Mieux, Dirty Martini, Kitten on the Keys, entre otras exquisiteces), en la singularidad de los espectáculos concebidos para la película y en la improvisación de las escenas estos personajes nunca dejan de inscribirse en la ficción.

 

 

La música se convierte en elemento fundamental para la creación del espejismo: de Screamin’ Jay Hawkins a canciones de cabaret interpretadas en vivo por Kitten on the Keys al piano, o la alusión al hit Louie, Louie interpretado por Joachim al final del filme -para cerrar con The Sonics-, los sonidos constituyen las formas del espectáculo. Zand también juega a ser otro como las mujeres del Burlesque, al personificar al productor “exitoso” en un viaje más azarosa que minuciosamente planeado. Joachim no sólo acompaña a las mujeres por las orillas de Francia, también realiza un viaje paralelo a París, retorno donde se evidencian las dificultades y los intentos fallidos de poder presentar al grupo en la Ciudad Luz.

La formación cinematográfica de Amalric y sus influencias se descubren en varias secuencias de la película. Por ejemplo, durante un de los viajes en tren del grupo, con varios acercamientos a los semblantes femeninos en reposo, nos remite al Ophüls de El placer (1952). Sin embargo, lo apacible es fragmentado cuando vemos, al fondo del angosto vagón, a Joachim, desesperado y furioso al saber que ha perdido el escenario prometido en París, imagen sofocante que se acentúa por la profundidad de campo. De igual modo, tanto en la fisonomía de Joachim, como en la desbordante exhuberancia de estas mujeres encontramos la huella de los iconos fellinescos, presencia exaltada por lo estrafalario de sus figuras en contraste con la inmensidad y soledad de los espacios abiertos. Además, en el refinamiento de la cámara que registra los cuerpos femeninos desde diversas perspectivas y ángulos recordamos a Cassavetes, como en la escena donde Mimi se baña, sentada sobre la orilla de una tina, y sólo vemos en el encuadre sus piernas, en picado, contrastadas con el color ámbar de la habitación.

La construcción de la mirada en la película siempre mantiene un alejamiento discreto tanto por la posición de la cámara como por las elipsis narrativas que nos apartan de los personajes. Esto se destaca, principalmente, durante las escenas de los números musicales interpretados por las chicas, vistos desde distintas inclinaciones de la cámara y siempre tras bambalinas, en algunos momentos simulando el punto de vista de Joachim. Amalric se concentra en una puesta en escena simple, basada en la composición del encuadre en relación con los cuerpos en el espacio, así como en las asociaciones emocionales y visuales creadas mediante el color: rojos, sepias y amarillos durante las escenas nocturnas o en interiores que se contraponen a una claridad límpida en las locaciones exteriores. También se diferencian las figuras extravagantes del medio del espectáculo con el estatismo inquietante de los paisajes marítimos, las pequeñas ciudades y la vida cotidiana de los gerentes de hotel, cajeras y empleados.

Considerada por la crítica francesa como una road-movie melancólica e inspirada por las memorias de Colette L’envers du Music-Hall, la película de Amalric transita entre la alegría de vivir y el deseo, la soledad y el abandono. Así, en una de las últimas secuencias en el cuarto de un hotel vacío en la Isla d’Aix, vemos a Joachim tendido sobre la cama, a su lado Mimi se levanta y observa por la ventana cuando el resto del grupo llega al lugar. La luz entra en la habitación sólo por momentos, a través de los resquicios de la cortina entreabierta y observamos la expresión de tristeza en el acercamiento al rostro de Joachim. De manera similar Amalric nos ha mantenido a la distancia, nos ha dejado ver sólo los bordes, tal como el propio productor declara al grupo, sentados junto a una piscina vacía. Tournée transcurre en ese último lugar de encuentro donde los cuerpos se sujetan a la lejanía de la representación como las marcas en un mapa.

 

30.05.12

 



Adriana Bellamy



Maestra en Literatura Comparada y Licenciada en Letras Inglesas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Se desempeña como conductora del Cine-Análisis en la División de Educación Continua de la Facultad de Psicología de la UNAM, ha sido docente en la Facultad de Filosofía y Letras y sus áreas de....ver perfil
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