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Breve reflexión fílmica para el fin de 2020

 

por Julio César Durán

 

Una de las ideas que se van asomando en paralelo con el drama de George Bailey en ¡Qué bello es vivir! (It's a Wonderful Life, EE.UU., 1946) de Frank Capra, además de los evidentes valores cristianos que propone tras la gran guerra que terminaba por azotar Occidente, es que aquello que nos mueve y nos mantiene vivos está más allá de lo cuantificable, más allá de la acumulación y más allá del consumo.

Todo aquello que, con base en una serie de pequeños sacrificios cotidianos, defiende el protagónico interpretado por James Stewart, ese ímpetu del “hombre común ante la corrupción del poderoso” que mueve la historia se compone de acciones sencillas: cooperación, comunidad, apoyo, empatía, amabilidad...

Parece no sólo curioso, sino poético, que una de las coincidencias en este 2020 en los eternos listados cinematográficos de fin de ciclo se encuentre como una de las mejores (si no es que la mejor) películas del año a First Cow (EE.UU., 2019) un entrañable antiwestern de Kelly Rechardt, quizá de las realizadoras más atípicas como regulares y consistentes en su discurso que haya visto el cine norteamericano en décadas.

Es igual de emotivo que en un año de aislamiento y desesperanza, sean la colaboración y la colectividad (quizá en ausencia presencial de ella) la posición más relevante que ha propuesto el universo fílmico de nuestros tiempos, observada gracias a First Cow.

Para la más reciente película de Reichardt, el hombre común representado en “Cookie” Fitgowitz hará frente a la adversidad humana y a lo inhóspito de las nuevas tierras americanas a partir de la amistad con un inmigrante de nombre King-Lu. Esta emotiva unión desembocará en un trabajo que sí, se aprovechará de la propiedad privada del poderoso (la primera vaquita en el continente), pero que demostrará la supervivencia sin armas ni sangre, sin la violencia asociada a la masculinidad y sin nacionalismo alguno. A partir de algo tan cotidiano como la preparación de pastelillos, nuestros héroes, quienes se reconocen sin la necesidad de compartir lazos sanguíneos, conseguirán mantenerse a flote en una época donde se intentaba conquistar una denominada tierra salvaje.

La pandemia de 2020 puso en evidencia las crisis en las relaciones de poder y económicas, quizá nos puso en la cara que, como era claro para cualquier George Bailey, la vida no puede estar contenida en la avaricia o en la acumulación. First Cow nos viene a refrendar que ante la ley del más fuerte, cimentada en una serie de ficciones de propiedad privada y fantasías de consumo, la vida se sostiene en el trabajo colectivo, en la empatía, y en lo que cada uno (dentro de sus capacidades) tiene para apoyar al otro.

Desde una mirada tranquila, Kelly Reichardt nos obsequia la travesía de dos hombres en supervivencia, quienes saben perfectamente que pueden ser en comunidad, no en competencia ni en conflicto. La vida misma, tanto para Cookie como para George Bailey, se encuentra en una galleta que sabe al hogar perdido, en una sonrisa, en un abrazo, en un espacio digno para habitar, y que la felicidad está en algo tan simple pero poderoso como la amistad.

Que la despedida a este 2020 sea, pues, reconociendo que el mundo está más allá de lo que podemos comprar o pagar, que nuestro futuro se puede construir entre el valor de la cooperación y no de la mezquindad, del reconocimiento del otro y de la fuerza que existe en un mundo diverso.

 

30.12.20

Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
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