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Under the Silver Lake

por Adolfo Abraham Cruz Carbajal

 

Son las cinco de la mañana y mi cerebro despierta gracias al frío de la temporada. Sobre todo con el enredo en el que quedaron mis pensamientos después de haber visto la última película de David Robert Mitchell, Under the Silver Lake (2018), estrenada en mayo pasado en el festival de Cannes. Su desangelada recepción la ha marginado en la temporada de estrenos cinematográficos, lo que llevó a su distribuidora, la siempre genial A24, a estrenarla en salas de cine hasta el verano del 2019.

Los cinéfilos y no tan cinéfilos somos presa del desfile de películas que llevan tras de sí todo un aparato de promoción con el objetivo de convertirse en “la reina del baile”, y así  ganar uno que otro premio (costumbre llevada a cabo con cada cierre de año). Esta práctica no hace más que reafirmar el statu quo de las narrativas que obedecen al mercado industrial de Hollywood. Es en la periferia (como siempre) que de vez en cuando se puede encontrar una que otra propuesta de aire fresco. Estas miradas no buscan complacer al público, situación que las margina aún más. Por el contrario, estos filmes no traen una agenda políticamente correcta, demuestran verdadera honestidad en lo que quieren transmitir, y lo mejor, reinventan géneros cinematográficos al subvertir los moldes a los que el sistema hollywoodense nos quiere someter.

Al intentar explicar Under the Silver Lake, se puede caer en la trampa de hacer coherente algo que no quiere serlo. Su trama se escabulle una y otra vez conforme avanza la película y de hecho es algo engañosa desde el inicio mediante ciertos anzuelos que intentan darnos cierta ilusión de que estamos resolviendo el misterio que esconde la trama. Al escribir esto no puedo dejar de pensar en Inherent Vice (2014) de Paul Thomas Anderson, ya que ambas películas comparten una especie de anti narrativa ya que lo que se muestra en la superficie no es más que una máscara o una especie de distracción.

Si quisiéramos ubicar Under the Silver Lake en un género, podría pertenecer al neo-noir y digo podría porque, como lo demuestra la película. Su protagonista parece caer en la trampa del detective improvisado, quien de la nada se encuentra involucrado con una misteriosa y bella joven (Riley Keogh) cuya aparición asemeja a la de una Marilyn Monroe que inmediatamente atrae la mirada, no sólo del protagonista llamado Sam (Andrew Garfield) sino también de la nuestra. La puesta en escena de ese momento es tan onírica que al instante quedamos hipnotizados por lo estilizado de la fotografía, como si esa misteriosa joven fuera el cine mismo que se acerca hacia nosotros.

Sam es un joven desempleado adicto a la cultura pop y además cinéfilo de corazón. Queda  evidencia de ello en los carteles de películas clásicas que adornan la habitación de su apartamento, cuyo alquiler está por vencer. El joven tiene cierto aire similar al ‘Dude’ de The Big Lebowski (1998), con esa apariencia desaliñada de vagabundo parece no encajar en su entorno, de ahí que una y otra vez le echen en cara la pregunta “¿en qué trabajas?”, lo que aumenta su alienación y su cualidad de don nadie.

El primer anzuelo que atrapa la atención de Sam es la frase “Cuidado con el mata perros”. Ésta aparece pintada en una ventana, y después se explica que es una especie de mito urbano sobre un asesino en serie adaptado en un cómic que cuenta la historia de un actor ficticio frustrado resentido contra Hollywood. Esto empieza a obsesionar a Sam cuando aquella joven misteriosa llamada Sarah desaparece sin dejar rastro.

A tal grado llega la paranoia de Sam que en sueños fusiona la imagen de Sarah con el caso del mata perros, lo que desencadena una serie de incidentes que aumentan el misterio de la joven con la aparición de personajes que se nos presentan sospechosos al más puro estilo del cine de David Lynch. Con toques surrealistas y cuyos diálogos en código llevan a callejones sin salida; entre ellos la constante aparición de tres jóvenes y la muerte del escritor del cómic quien momentos antes de morir infecta a Sam con teorías de conspiración sobre mensajes subliminales en la música pop y en el cine.

Pero como ya se advirtió, todos estos incidentes se deben de tomar con cierta suspicacia ya que se puede caer en el mismo juego al que Sam está siendo sometido. Pues aquella fuerza que lleva al joven a querer resolver el acertijo bien puede ser una distracción infundada por su vicio de la cultura pop; esto queda demostrado en la escena donde Sam se encuentra con el personaje al que llaman “compositor”, y éste declara: “He creado muchas de las cosas que a ti te importan. Las canciones que le dieron un propósito a tu vida. Diversión. Cuando tenías quince y te revelaste, te revelaste junto con mi música… No hay rebelión. Solo soy yo cobrando un cheque… Los sueños sobre ser parte de algo. Es una fabricación. Tu arte, tus escritos, tu cultura, es la cáscara de las ambiciones de otros hombres.”

Esta revelación se hace evidente tanto en las escenas donde dos de las tres jóvenes sospechosas son vistas por Sam comiendo chatarra sobre la lápida de la tumba de Alfred Hitchcock, como en la fiesta subterránea donde las mesas sobre las que toman sus bebidas son lápidas con nombres de leyendas del cine: la cultura pop es reducida a una simple moda, de ahí que todo se revele como un adorno superficial al restregarnos en el rostro que todo aquello que nos identifica, nuestros gustos musicales, cinéfilos y literarios son una fabricación para tenernos adictos tal como Sam.

La decepción de Sam al enfrentarse a esta verdad, es similar a la de Thomas en Blowup (1966) de Antonioni, el ejemplo por excelencia de la crisis de la posmodernidad, cuando el protagonista de esta película se da cuenta que el asesinato recién descubierto es una ilusión necesaria para darle sentido a su vida vacía, que está atrapada por la frivolidad de su entorno decadente. Aquí el talento se mide por la cantidad de ceros en el cheque y la creatividad se convierte en una esclava de la moda. Por esta razón Under the Silver Lake es de esos raros ejemplos donde el cineasta usa el cine para restregarnos en el rostro que lo que acabamos de ver es una fabricación, en este caso una muy bien hecha.

 

28.01.19

Adolfo Cruz Carbajal


Egresado de la Lic. de Historia de la UACJ, actualmente colabora con reseñas de cine para el periódico El Reto en Ciudad Juárez. Tesis de Licenciatura: "El antihéroe en la historia del cine".....ver perfil
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