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Verano 1993

Adaptarse a una nueva vida

por Sharely Cuellar

 

¿Cómo llamar por teléfono a quien sabes que se ha ido? Unos padres ruegan que su hijo responda porque la culpa es un peso mayor a la miseria que han arrastrado a lo largo de sus vidas; el niño se fue sin decir adiós y ellos se han quedado con una habitación vacía. En una historia completamente distinta, la hija es quien hace la llamada a una casa que está deshabitada, aunque eso ella ya lo sabe; sus padres no responden porque han muerto, se han marchado para siempre y debe adaptarse a un mundo que no es amable a pesar de su desgracia.

Es un reto emocional ver Sin amor (2017) de Andrey Zvyagintsev y al día siguiente Verano 1993 (Estiu 1993, 2017) de Carla Simón, aunque podría ser reparadora la visión de la cineasta española en comparación con la cruda tragedia presentada por su homólogo ruso. Ambos filmes inician en momentos donde los niños ya saben que enfrentan situaciones funestas, pero las diferencias son abundantes: desde los temas a tratar, el enfoque con el que son abordados, hasta los movimientos de cámara o paletas de colores tan opuestas.

Zvyagintsev desarrolla una historia a partir de la posición de dos padres multidimensionales, quienes hacen una exploración involuntaria acerca de ellos mismos cuando su hijo los abandona. Por su parte, la ópera prima de Simón narra la experiencia de una niña que ha quedado huérfana y debe integrarse a un nuevo hogar, situación que la obliga a esforzarse para conectar con sus familiares y con ella misma.

La realizadora catalana ha dejado claro que la película es autobiográfica ya que, como el personaje principal, sus padres murieron en los 90 debido al sida. Su infancia la vivió en Girona, España, donde es ambientada la película. De hecho, que sea hablada en catalán agrega valor al desarrollo de la historia si entendemos que el idioma es parte del proceso para identificarse con una cultura y que construimos el mundo a través del lenguaje.

Simón expresa esa identidad cultural al espectador con cantos al unísono en el comedor o el desfile de gigantes y cabezones liderado por Frida —la protagonista interpretada por una conmovedora Laia Artigas— mientras ondea una bandera catalana, además de la religión que es un apoyo emocional cuando por casualidad esa niña se acerca a una figura divina y en adelante recurre a ella para enviar mensajes u ofrendar regalos a su madre fallecida.

La abuela de Frida, que expresa una profunda devoción, es la más inclemente hacia los padres de su nieta huérfana. En más de una ocasión sus enseñanzas sirven para señalar que ellos hicieron demasiadas locuras; testimonio de ese ambiente donde los prejuicios fundados en la ignorancia eran dirigidos a los infectados por sida durante los 90. Esa niña enfrenta en carne propia los estigmas que, incluso en nuestro tiempo, permanecen.

Bruna Cusí y David Verdaguer interpretan a los tíos que se hacen cargo de Frida y luchan por encontrar el punto de equilibrio entre protegerla y educarla con la severidad necesaria. La causa son los desplantes de Frida que surgen por los problemas para encajar en su nueva familia y son tan frecuentes que se pueden encontrar puntos en común con La infancia desnuda (L'enfance nue, 1968) de Maurice Pialat.

A grandes rasgos la trama es bastante sencilla, no pretende sorprender al espectador con giros dramáticos, ni hay primeros planos de niñas llorando todo el tiempo para conmover con obviedades. Aunque existen personajes que realmente no aportan a la historia o tienen breves participaciones en pantalla —como Berta Pipó, quien es hermana de Carla Simón—, Verano 1993 es un retrato cálido sobre el valor para superar la pérdida.

En este filme se enaltece la voluntad para retomar la vida luego de perder a algún ser querido, resistir ante los prejuicios y valorar el cariño de los más cercanos. Adaptarse y crecer en esas condiciones es un reto, como lo es transmitirlo a una ficción inspirada en experiencias personales pero Carla Simón logra que Frida conecte con el público desde la consternación, el enojo y la inocencia. No pide lástima, nos pide ser testigos de la fortaleza en una niña de seis años.

 

18.04.18

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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