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Atómica...

por Jeremy Ocelotl

 

Algo interesante pasa con el cine de espionaje en Hollywood, un género que por décadas ha sido uno de los estandartes del cine industrial, y cuyo más grande y famoso referente se puede encontrar en la figura de James Bond. Se ha visto rebasado por la modernidad, donde los agentes secretos tienen cada vez mayores problemas para justificar su existencia en un mundo donde el espionaje cibernético, el mundo inmaterial, es el pan de cada día, y ya quedó expuesto para los japoneses (y luego sobreentendido por los misma industria estadounidense) en Ghost in the shell (Oshii, 1995).

Ante la cada vez más tibia recepción ante esta clase de filmes (incluso el último filme de Jason Bourne con el regreso de Matt Damon, no fue tan bien recibido), Hollywood ha tomado una inteligente decisión al situar los filmes de espionaje en el contexto de la Guerra Fría, donde tienen mucho más sentido y contexto para explotar. Pasando por Salt que intentaba revivir el conflicto en la era moderna, o el homenaje estilizado de Guy Ritchie con el agente de C.I.P.O.L., llegamos a Atomic Blonde (Leitch, 2017) un filme de espías en pleno derrumbe del muro de Berlin, que se aprovecha al mismo tiempo de las tan vigentes tensiones políticas entre Rusia y Estados Unidos, para entregar un demasiado estilizado, innecesariamente enredado, pero sumamente entretenido si bien desechable producto.

Charlize Theron es la protagonista del filme, encarnando a la agente del M16 Lorraine Broughton, una cruza entre James Bond y Jason Bourne, que además de contar con habilidades balísticas y en combate cuerpo a cuerpo, tiene el guardarropa más estilizado del mundo y una gran colección de pelucas. La agente Lorraine es asignada con la misión de recuperar una lista de nombres de agentes de diferentes agencias de inteligencia, la cual se encuentra en Berlín, para esto recibirá la ayuda del agente Percival (James McAvoy, nada convincente en su rol).

Por supuesto todo esto no se trata más que de un McGuffin para poner en marcha un serie de viñetas, algunas mejor logradas que otras, donde Lorraine lo mismo será perseguida en ambos lados de Berlín por la KGB en espectaculares secuencias, que se verá traicionada por algunos agentes, y se codeará con miembros de todas las agencias de inteligencia que pueda nombrar (CIA, M16, KGB, STASI), e incluso se expondrá a escenas de sexo lésbico, más gratuitas que necesarias.

Es precisamente el elemento estilístico la mayor virtud y debilidad del filme, pues al mismo tiempo que el director, David Letich, pone especial énfasis en la creación de una atmósfera ultraestilizada, con luces neón –que recuerdan al más reciente Nicolas WInding Refn sin rosar, claro, la genialidad de sus composiciones y utilización de luz– y planos secuencias espectaculares, o en un soundtrack que utiliza emblemas de la música de los 80 de manera tan gratuita (por ejemplo “Blue Monday” de New Order, porque al parecer no tienen otra canción), que hace ver a Baby Driver (Wrigth, 2017) y su utilización de la música a años luz en cuestión de construcción dramática; el guión, a pesar de estar basado en una novela gráfica con cierta fama, termina pasando a segundo término y se nota desde las primeras escenas.

No sólo uno de los giros principales que se puede avistar desde los primeros minutos y que recuerda muchísimo a los Sospechosos comunes (Singer, 1995), sino que los diálogos y la manera en que los personajes actúan rayan por momentos en lo absurdo, y al filme le sobran por lo menos unos 20 minutos de metraje, muy vistoso y agradable a la vista, de relleno. La película tiene además el problema de que se siente como si fuera a terminar por lo menos tres veces, y cada uno de los giros de tuerca finales se puede adivinar por lo menos con cinco minutos de anticipación. Por supuesto el filme se sostiene con la presencia de Charlize Theron, quien logra darle credibilidad a su personaje a pesar de lo poco desarrollado que se encuentra, y lo mismo luce despampanante en su innumerable cantidad de cambios de ropa, que toda moreteada después de un encontronazo con “los malos”.

Quizá la mayor carencia del filme es que desaprovecha en algún grado un momento histórico y el contexto actual de tensiones entre estas dos potencias, y el retrato del mismo se queda meramente en una muy bien lograda dirección de arte y vestuario, pues la exploración de la anécdota histórica y sociocultural es más bien superflua. Hay que decirlo, el filme resulta ampliamente entretenido, si bien dista de ser un clásico del cine de espías.

 

11.09.17

Jeremy Ocelotl


Yo, como Cecilia en la Rosa Púrpura del Cairo, voy al cine y termino teniendo romances con los personajes. Comunicólogo por la UNAM, crítico matriculado en la escuela de la autodidaccia.....ver perfil
Comentarios:
14.09.17
Martin Corona dice:
Joven: 1. Por favor hacer las lineas de texto mas cortas para la mejor lectura en las tablets y smarts. 2. La oficina de inteligencia inglesa no se llama M16 sino MI6: Ministerio 6 o Ministerio de Inteligencia 6. Gracias.
comentarios.