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Pasajeros

por Jeremy Ocelotl

 

Cuando uno termina de ver Pasajeros (Morten Tyldum, 2016), queda claro que nos encontramos ante una de las cintas más dispares, absurdas y sexistas del año pasado. El largometraje pareciera tener los elementos adecuados para convertirse en un gran éxito: un guion que estuvo considerado entre los mejores diez libretos no realizados durante años, dos de las más grandes estrellas industriales del momento (Chris Pratt y Jennifer Lawrence), y un director nominado al Oscar apenas hace dos años. Lamentablemente todo esto se diluye debido a un guion que parece no decidirse por qué tipo de filme quiere ser, una puesta en escena más bien básica, ideas exploradas someramente y la nada sutil exposición a una ideología que en el menor de los casos debería generar recomendaciones por parte de la CNDH.

El filme comienza con Jim Preston, un mecánico industrial interpretado por Chris Pratt, el cual forma parte de los 5000 pasajeros dentro de la nave Avalon, que viaja por el espacio hacia una nueva colonia humana. En el camino, un malfuncionamiento hará que Jim despierte de su hibernación 90 años antes de llegar a su destino, encontrándose solo en el espacio.

El primer acto  es, por mucho, el más efectivo y mejor realizado de los tres que componen la película. Con un eficaz Pratt (de quien se aprovecha su capacidad expresiva), el filme recae completamente en los hombros de su personaje, mientras lo vemos caer en cuenta de la absoluta soledad en la que se encuentra ineludiblemente atrapado; acentuada gracias a un gran diseño producción, con enormes, vacíos y estériles escenarios.  Al mismo tiempo, y mediante un montaje preciso, Jim explora la nave para finalmente refugiarse en el alcohol y la compañía de un androide cantinero, así vemos la monotonía, desesperación y vacuidad en su nueva vida como único pasajero despierto. Por si esto no fuera suficiente, la descomposición mental de Jim se exacerba mediante el desarrollo de una inquietante obsesión con uno de los pasajeros de la nave aún en hibernación.

Pero en lugar de explorar por completo la premisa de alienación accidentalmente impuesta, y el simbolismo de encontrarse tan lejos y tan cerca del contacto humano, el filme decide dejar de lado estas ideas tan competentemente planteadas para convertirse súbitamente en una película romántica con la aparición en escena del personaje interpretado por Jennifer Lawrence, Aurora.

A partir del despertar de Aurora el filme se convierte en un romance típico de Hollywood, con el paulatino pero inevitable enamoramiento entre los dispares pasajeros: incluidos el primer encuentro, el primer beso y una serie de oportunidades desaprovechadas, como el explorar el hecho de que ambos provienen de distintos estratos sociales, siendo ella una escritora hija del ganador de un Pullitzer, y él un mecánico. El filme se obstina en obviar todas aquellas cuestiones inquietantes que se encuentran en su libreto, para entregar el producto más formulaico posible.

Tan es así que la transición del segundo al tercer acto –en la que se le revela a Aurora la razón de su despertar y quedan al descubierto las más que cuestionables acciones de Jim– parece más un mero trámite que una verdadera intención de explorar los conflictos psicológicos de los personajes; inclusive cuando presenta elementos tan interesantes como el acoso de Jim hacia Aurora, mismo que dentro de la lógica del filme es un gesto romántico.

Con estos elementos latentes y en gran parte irresueltos, la película da un giro hacia el subgénero de desastres, que si bien es vaticinado mediante guiños, termina saturando de manera inorgánica el producto final.  Tenemos situaciones gratuitas y terriblemente predecibles, por ejemplo, tras su separación, Jim y Aurora se ven reunidos para salvar la nave en la que viajan, igualmente las escenas encargadas de generar la tensión necesaria en el espectador se sienten terriblemente anticlimáticas, a pesar de los espectaculares efectos especiales (como los utilizados en la innecesaria secuencia de la alberca con Jennifer Lawrence).

Pero quizá lo peor (más allá de un desperdiciado Lawrence Fishburne que aparece unos minutos por mero trámite) es la manera en que la película termina convirtiendo en héroe a  Jim, esperando que no sólo el personaje de Aurora olvide sus acciones pasadas, sino también el espectador, justificando al mismo tiempo la decisión que Aurora toma hacia el final, que no solo la hace la candidata ideal para representar el síndrome de Estocolmo, sino que refuerza estereotipos machistas sobre el derecho del hombre sobre las mujeres como objetos y las mujeres como seres que solo quieren encontrar un héroe.

Pasajeros tiene suficiente material para realizar tres filmes interesantes, pero no se atreve a desarrollar ninguna de las tres historias que la componen hasta las últimas consecuencias, y es finalmente esto lo que la convierte en una película mediocre.

 

19.01.17

Jeremy Ocelotl


Yo, como Cecilia en la Rosa Púrpura del Cairo, voy al cine y termino teniendo romances con los personajes. Comunicólogo por la UNAM, crítico matriculado en la escuela de la autodidaccia.....ver perfil
Comentarios:
23.02.17
Abril dice:
Tenía altas expectativas en esta película y no me gustó para nada, sentí que no tenía pies ni cabeza y que se perdió terriblemente :S
comentarios.