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Julieta de Almodóvar

por Amado Cabrales

 

Una carta con su dirección escrita a mano, un remitente del que apenas se sabe que existe. Una mudanza frustrada, una fotografía rota al fondo de un sesto, una reflexión epistolar que recorre el pasado cruzándose con el ahora. Dos rostros, dos épocas bajo un mismo nombre. Una mujer que se deconstruye dentro del universo de Pedro Almodóvar… Eso es, en parte, Julieta (España, 2016).

Se podría decir, también, que el largometraje 21 de Almodóvar trata sobre el amor, los amores de Julieta, sobre la culpa que transforma, sobre la muerte y esas cosas. Julieta lidera un naufragio dado por un encuentro fortuito con un viejo conocido. Sobre sus memorias plasma los caminos hacia la mar del recuerdo, hacia la escritura como confesión.

En una suerte de “tú no me escribes y yo te escribo a ti sin que lo sepas”, Julieta (Adriana Ugarte) nos habla de Julieta (Emma Suárez). El año 2015 se vuelve 1985 así que el danzante rojo de la primera escena del filme se torna en un azul eléctrico, en el atuendo de una hermosa chica que viaja en tren. La muerte es la puerta hacia el amor de Xoan (Daniel Grao), personaje masculino que junto a la figura del padre de Julieta se vuelve un ojo del huracán de las mujeres que desfilan en la pantalla.

No es casualidad que los hombres dentro de la película sean seres auxiliares del desplante femenino, incluso el personaje de Marian (Rossy de Palma) tiene un papel más importante dentro de la trama de la que tiene el propio Lorenzo (Darío Grandinetti), y es que la construcción de lo femenino (habrán de perdonar el término a falta de algo más preciso) es parte del proceso y la filmografía de Almodóvar.

Aunque (saliendo un poco del tema) se intuye en Julieta algo más allá de lo romántico. Existe un fuerte deseo de relatar desde un momento y un lugar específicos. No dejo de pensar en El futuro (Luis López Carrasco, 2013), obra esencialmente anodina y plana: El filme es simplemente el desarrollo de una fiesta en la España de los ochenta. Pero lo que se encierra en la obra de López Carrasco, entre la escena final del amanecer en la Madrid actual y las conversaciones –tanto las banales como las de política–, son una intención de retrato sociológico.

Los ochenta de El Futuro y Julieta son tangenciales al fenómeno político social de la época, paralelas entre sí al prefigurar y evocar lo que parece ser un momento idílico en la historia de una nación: la promesa precisa de un futuro. Almodóvar nace en el futuro, él es flujo de la apertura y el boom de los efectos de la izquierda en la imagen cultural de una patria y el reflejo de una transición política.

¿Cómo es que ese futuro que prefiguraba una imagen crítica de sí misma se convierte, en Julieta, en una melancolía sumamente lacrimógena y romántica? Una de las respuestas es que el realizador nacido en Castilla-La Mancha ha trascendido su nacionalidad, la España que refleja es una construcción que pervive en él, en su filmografía solamente. Territorio de un momento en el tiempo específico, de una estética y una temática marcadas que se deslindan de su contexto histórico.

Almodóvar construye no solo un retrato de la Mujer, sino de su cosmogonía. Forzando un poco la imagen, la transición del rostro de una Julieta a otra (dentro del filme) es el proceso de un despertar a la culpa. En Julieta el rostro que se descubre tras la toalla es el de una madre que hereda su culpa y que deviene en una generación perdida en los hijos de un futuro también perdido.

 

11.07.16

Amado Cabrales


@Amado4
Artista plástico, cinéfilo y estudioso del cine autodidacta, amante de toda expresión libre y consiente de la fuerza de la imagen, interesado en las formas y significados que encierra el uso de la información y el ocio.....ver perfil
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