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Macbeth (2015)

por Jeremy Ocelotl

 

Nos preguntamos si se puede agregar algo a una tragedia escrita por Shakespeare hace más de 400 años. No cualquiera, sino una obra que ya ha sido llevada a la pantalla grande de mano de directores como Kurosawa, Polanski y Welles. Para el realizador Justin Kurzel, a través de su más reciente revisión y reinterpretación de una de las más famosas obras del dramaturgo británico, la respuesta es un certero e inapelable sí.

Presentada en competencia en la más reciente edición del Festival de Cannes, el Macbeth (2015) de Kurzel se antoja harto contemporáneo en sus pretensiones discursivas, además de plenamente cinematográfico en su realización, liberándose por completo de la estética teatral de la cual podría haberse visto acompañado.

Si bien el director australiano se sumerge por completo en la época y trata de ser lo más fiel posible al texto de Shakespeare, sobre el futuro monarca de Escocia y su esposa, también dota de algunos cambios para renovar la historia. Kurzel comienza por el hecho de justificar el cúmulo de actos violentos y traiciones, realizados por el guerrero profetizado por las brujas, no a una desmedida hambre o de una ambición por el poder alimentada por Lady Macbeth, sino al síndrome de estrés postraumático causado por los horrores a los que se ha enfrentado en la guerra. Un cambio inteligente pero también sintomático del contexto contemporáneo, que resulta en un reflejo de todo aquel afectado psicológicamente que se ha visto involucrado en los conflictos bélicos alrededor del mundo, y donde una visión romantizada de la guerra y el honor que conlleva el ser partícipe en ella resultan anacrónicos.

Aquí encontramos un Macbeth distinto al de la obra, pues el  personaje principal interpretado por Michael Fassbender se vuelve mucho más visceral en esta nueva versión, cargando un halo de paranoia y alienación a cada paso que da, el cual no escapa a la vista de sus acompañantes. Para esto, Fassbender se vale de la capacidad expresiva de su rostro y logra dotar de los debidos matices cada uno de los encuadres –que no son pocos–  enfocados en la cara del monarca. Por otro lado el personaje de Lady Macbeth (Marion Cotillard) juega un papel menos prominente en la conducción de la historia, puesto que pasa a ser un personaje mucho más humano en contraposición con la villana absoluta de la obra original, lo que permite a Cotillard crear una versión mucho más callada, sutil y empática de la esposa del próximo Rey; una que muestra remordimiento sin necesidad de ser sonámbula. Esto plantea una subversión en los roles, pues al final del filme queda establecido como villano propio el protagonista, quien arrastra a esta nueva coprotagonista a la desgracia.

A pesar de que la mayoría de los diálogos y acciones del texto original permanecen intactos, es el subtexto visual que ofrece Kurzel lo que diferencia y termina por reelaborar el relato. La estética de Kurzel despoja de esa magia y misticismo al relato, para anclarlo en un aura de exacerbado naturalismo que lo vuelve mucho más relacionable al espectador. De esta manera las brujas  adquieren una forma humana y, so excepción de sus proféticos diálogos o de alguna escena en la que aparecen junto a un caldero, no hay indicio alguno de su sobrenatural naturaleza. Así mismo pasajes como el del bosque en movimiento se reimaginan para darle un toque más verosímil.

Estas decisiones podría fácilmente ser un indicio de qué la versión de Kurtzel apunta a un punto de vista externo, por lo cual su relato se antoja como una revisión de los hechos que situaría al texto original y sus acontecimientos (el bosque en movimiento, Lady Macbeth como villana, etc.) como representantes del punto de vista distorsionado por la dañada psique de Macbeth, y explicaría ciertos sucesos en el filme que en otras versiones solo se ven insinuados. Esto también dejaría claro el por qué la actitud paranoide de este Macbeth, antes que un genuino lamento ante el remordimiento por sus actos.

Así el trabajo de Kurzel se desdobla en una nueva dimensión no solo como una posible resignificación del relato sino que también, mediante la puesta en imágenes, pretende hacer una exploración del proceso de alienación y desapego de la realidad que va sufriendo el personaje principal. Para esto el trabajo fotográfico Adam Arkapaw juega un papel fundamental en acentuar la cada vez más creciente sensación de soledad  y aislamiento del atormentado monarca y su igualmente desdichada esposa. Comenzando con los planos generales que encontramos en las batallas al principio del filme, podemos observar que a pesar de encontrarse acompañado por un ejército, Macbeth se encuentra solo, en una perpetua neblina en los parajes de Escocia, una bruma simbólica que indicaría la falta de claridad sobre la realidad a la que se enfrenta.

Por lo mismo también nos encontramos con encuadres cuyo espacio físico se va reduciendo gradualmente, o se ve poblado cada vez por menos personajes haciendo énfasis en la soledad a la que se enfrentan Lady y Lord Macbeth y la cual se va multiplicando exponencialmente, amén de la iluminación que juega un papel prominente, pues muchas de las escenas se presentan  a media luz o con algún velo en la misma lo que representaría esa falta de visión definida sobre lo que sucede.

Es así que se vuelve tan interesante la versión de Kurzel sobre Macbeth, pues aunque los personajes y los acontecimientos siguen siendo los mismos, la manera en cómo se presenta el relato sumado a los cambios hacen pensar en una versión distinta de los hechos, entregándonos el otro lado de la historia, no excluyente sino complementaria y paralela a la versión ya conocida del clásico.  Se nos entrega un Macbeth distinto cuyo mayor valor es dotar de una nueva profundidad y aristas de análisis, sin invalidar nada, al contrario, concediendo mayor complejidad a la de por sí conocida tragedia shakespeariana.

 

08.12.15

 

 

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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