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El expreso del miedo

por David Ornelas

 

Sabemos la más reciente película de Joon-ho Bong, basada en el cómic francés Le transperceneige, se estrenó en 2013 y que en los dos años que tardó en llegar a cartelera en México se pudo conseguir en formatos caseros, legales e ilegales. Sabemos también que lo más probable es que para el momento en el que se publiquen estas líneas, El expreso del miedo (Snowpiercer, Corea del Sur/República Checa/Estados Unidos) y su  incansable maquinaria marcharán por los últimos rincones del circuito mexicano de exhibición. Sin embargo, apelando al principio de que nunca es tarde para reflexionar en torno a una pieza cinematográfica y conscientes de que si este humilde texto cumpliera su más anhelado objetivo de motivarlo a usted a ver (o volver a ver) la película –que sería sumamente fácil conseguir–, hemos decidido compartir aquí unas cuantas ideas sobre esta película, la primera que Joon-ho Bong (El huesped, 2006) produce con dinero estadounidense y protagonizada por Chris Evans, Kang-ho Song, Ed Harris, Joh Hurt, Jamie Bell y Tilda Swinton.

En 2014 los gobiernos de varios países deciden lanzar a la atmósfera un químico que enfriará la tierra los grados suficientes para contrarrestar el calentamiento global. Todo sale mal. La tierra se congela y desaparecen todos los seres vivos sobre ella. Todos, salvo los que lograron entrar (¿o los metieron?) a un tren que recorre el mundo sin escalas. En el interior del tren la división de clases se moldea en función de los vagones: al frente, custodiando la maquinaria perfecta, viaja el creador del tren; hasta el fondo, una reserva de hombres y mujeres pobres (o, mejor dicho, empobrecidos) viajan hacinados, en los vagones intermedios, el resto de la humanidad y algunos ejemplares de plantas y animales.

En 2031, a diecisiete años del congelamiento de la tierra, los del fondo del tren inician una revuelta. Convencidos de la necesidad de tomar el control de la máquina como único medio seguro para su absoluta liberación, recorren el tren hasta llegar al frente; en el camino encontraran, principalmente, dos cosas: una violenta resistencia por parte de los guardianes del orden establecido y, al mismo tiempo, una sociedad, al menos en apariencia, completamente conforme con ese orden.

La proyección a futuro de ciertas particularidades de la actualidad, para comentar críticamente el presente, es un recurso utilizado con mayor o menor sutileza en el cine de  ciencia ficción, llamémosle, inteligente. En Snowpiercer la alegoría resulta sumamente evidente y esa es quizá la primera impresión inquietante: el futuro catastrófico se antoja preocupantemente cercano y las implicaciones no parecen descabelladas a la luz de las complicaciones sociales y ecológicas que enfrentamos hoy en día.

Las batallas entre perversos opresores y heroicos oprimidos no son ninguna novedad en el esquema argumental del cine fantástico, y los mecanismos mediante los cuales se encaminan la empatía y antipatía por héroes y villanos en esta cinta tampoco resulta, al menos en principio, nada nuevo. Lo inquietante y por momentos avasallador en la historia es la fragilidad de los supuestos: las nobles intenciones no le salvan el pellejo a nadie y la calidad moral de los personajes se perfila distinta conforme avanza el filme.

La sugerente construcción visual y auditiva de la narración, el equilibrio bien cuidado entre violencia física y psicológica, la riqueza de algunos personajes como el de Mason, la portavoz de la clase gobernante, interpretado brillantemente por Tilda Swinton, son algunos de los aciertos del filme, pero quizá lo que la separa radicalmente de otras producciones norteamericanas del género, además de la construcción moral del héroe, es su resistencia a incorporar forzadamente elementos innecesarios a la historia, como el romance o la comicidad.

Aún bajo el estrecho nuevo orden mundial, tan lineal e inmutable como el recorrido del tren y reforzado principalmente en el discurso verbal de sus promotores, la película logra transmitir la sensación de un mundo circular, no geográficamente hablando, sino basado en las relaciones afectivas y de poder, en los ciclos vitales, en los recuerdos y anhelos. Es bajo esta concepción del mundo y del tiempo que surge la esperanza de descarrilar las estructuras y alcanzar la libertad.

Como decíamos al principio, la cinta tardó dos años en llegar a México. Situación que podría explicarse en parte por dos razones: por un lado, se sabe que la producción en Estados Unidos intentó persuadir al realizador, Joon-ho Bong de eliminar algunas secuencias, intención que no prosperó pero que sí pudo haber retrasado su estreno en norteamérica, el cual se dio un año después que en Corea del Sur, y en consecuencia su estreno en México. Si a esto le sumamos que la cinta no fue programada para ningún festival o muestra en nuestro país, la demora de su exhibición en el circuito comercial no resultan tan extraña como se percibió en la prensa. En todo caso, valga este texto como una invitación para revisar esta cinta y la singular filmografía de uno de los cineastas surcoreanos más reconocidos a nivel mundial.

 

28.10.15

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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