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Pa’ Tongolele, Tin Tan

La improvisación era lo de él y lo mío, por eso nos hicimos compañía

-Tongolele

 

por Elías Razo

 

Nos recibió Yolanda Montez Tongolele en su casa, como siempre, como en un ritual, asomando su cabellera negrísima y su mechón de berrendita, con toda la familiaridad para sentarnos en su sala, rodeada de sus fotografías, de sus pinturas, de sus tambores y se puso a recordar a Germán Valdés Tin Tan, de quien platicaríamos en su centenario, pero la charla creció todo lo que quiso.

No en vano a Tongolele se le vincula dentro del universo tintanesco, a pesar de que solamente aparece durante unos segundos en El rey del barrio (Martínez Solares, 1949) y Chucho el remendado (Martínez Solares, 1951) y de que coprotagoniza tan sólo un largometraje, Mátenme porque me muero (Rodríguez, 1951), pues nos dice: “a Germán lo conocía ya desde que hacíamos cabaret y teatro”, desde finales de 1946, combinado en completa libertad el baile tahitiano con ritmos pseudoafricanos, mezclados con trazos gitanos, hindues y mexicanos (prechilangos), un eclectisismo total que reinaba en sus caderas.

    —Tin Tan, su compañero...

    —Sí, mi compañero, nada más… Mucho más en teatro... No hubo nunca romance ni nada, y yo acababa heredando todos sus choferes…

    —Pero bien que le daba por darle besos; le da uno extraordinario en El rey del barrio.

    —Él le daba besos a todas, eso era su fuerte.

    —¿Se soprepasaba?

    —Conmigo no.

    —¿Cómo le hacía para mantenerlo en línea?

    —Cuando estaba trabajando en teatro, en cine, todo junto, en cualquier momento que tienes de descanso, simplemente descansas, así que yo no estaba viendo los números de ellos, yo nada más me quedaba en mi camerino esperando, leyendo, incluso tejiendo. Casi no tenía contacto con nadie, así mantenía mi distancia.

Cuando se hizo la secuencia del baile de Tonglele en El rey del barrio nos cuenta Yolanda Montez que ella “sabía que iba a tener que ajustarse a una original forma de actuación de Germán”, ya que “Tin Tan era impredecible, siempre andaba improvisando, y así lo sentí desde que entró al set”, sabía, tenía la certeza de que iba a hacer algo extra.

La secuencia señalada era simplemente (si vale decir eso del bello baile de Tongolele) hacer la toma dentro de un cabaret cuando actúa la bailarina, teniendo como marco musical la canción afrocubana de Cabiosile, que interpreta Benny Moré y secundan bongoceros (a Silvestre Méndez se le cae el tambor y voltea a ver la cámara como para intentar cortar la escena álgida del baile de Montez, que tuvo que arreglarse en la sala de montaje). Eso era lo que estaba en el guión, pero “estaba también Germán, y es que siempre andaba improvisando y de pronto se metió a cuadro, me desquisiaba, así era él. Entraba en cualquier baile mío, en el cabaret alguna vez entró como mesero y yo tenía que improvisar sobre la marcha, en el fondo no me molestaba, porque en tal sentido somos iguales, siempre haciendo cosas diferentes cada vez. En la película le quise dar una patada, para alejarlo, mantenerlo a distancia, pero salió así, como si fuera de ballet, pero tenía ganas de darle en serio, al final creo que gustó el gesto”.

    —Perteneció usted a su grupo, a su pandilla… ¿Cómo se integró a este pequeño universo que es Tin Tan, porque la ligamos irremediablemente?

    —No sé, sólo hicimos tres películas juntos, entonces estaba ese dicho de Tin Tan para Tongolele y Tongolele para Tin Tan, que se hizo popular… Pero no, él trabaja conmigo en el teatro y… Él es como mi familia, yo veía a sus hermanos, uno hasta fue mi chofer, Ramón. Eran muy cercanos, toda la familia: fuimos eso. Vernos tantas veces al día y la noche nos hizo una familia.

Todo mundo quería con/a Tongolele, desde que debutó en el Tívoli en 1947. Inmediatamente es tomada en pequeños cortes de películas (Nocturno de amor, Gómez Muriel, 1947; La mujer del otro, Morayta, 1948) hasta que le dan un primer protagonista con su apodo en el título, ¡Han matado a Tongolele! (Gavaldón, 1948), que convirtió el tongolelismo en un fenómeno de cultura popular.

    —Armando Herrera, el fotógrafo de las estrellas, de qué manera le ayuda a su proyección como figura.

    —Desde que mostré las fotos ya estaban hablándome de cine, y yo hacía teatro y cabaret no quería hacer cine, porque terminaba muy cansada y muy tarde, pero de buenas a primeras filmamos ¡Han matado a Tongolele! y se vendió lo que quiso.

     —Entonces entra al cine con Tin Tan.

    —Sí, entonces sí, habrá sido en 50, según creo…

    —No, yo tengo que es en 1948 con El rey…

    —Si es así, así fue, pero sólo hice tres películas con él: El rey del barrio, Chucho el remendado y Mátenme porque me muero, y ya.

El coprotagónico con Tin Tan en Mátenme porque me muero consolida a la exótica bailarina. En poco tiempo ya es la consentida del público, lo mismo de los pomadosos cabarets que de los teatros-carpas de revista, ella domina el circuito nocturno de la Ciudad de México y le da tablas suficentes para ir a presentarse a cualquier parte del continente.

    —De Mátenme porque me muero la película donde usted tiene un casi coprotagónico con don German, ¿qué anécdota nos puede compartir?

    —No recuerdo bien la película, pero algo que tengo claro es que casi nunca conversamos. Estábamos muy ocupados. Con él no se conversaba, se actuaba, yo siempre actuaba, era genial, era un actor natural, nunca sabías lo que iba a hacer, siempre improvisaba.

    —Doña Yolanda, ¿cómo ve a Tin Tan a 100 años de su nacimiento, que representa para nuestra cultura y qué legado pudo haberle dejado?

    —Antes que nada era un cómico natural. En tal sentido éramos iguales, porque yo salía a bailar diferente todos los días, tenía diferente rutina cada número. Él era igual, nunca sabías lo que iba a decir, en el cine igual que en el teatro, así él expresaba el momento… Extraño el teatro, era muy lindo, la intimidad que fluye en ese tipo de ambiente donde estás con la misma gente… lo extraño.

    —Si hoy pudiera hablar con Tin Tan, ¿qué le diría?

    —No hablabríamos, seguramente él estaría en su mundo y yo en el mío… Aunque sí le bailaría.

    —¿Y estaría, como siempre, muy seria con su baile?

    —Sí, porque mi baile no es de coquetería… No es rumba, la rumba es coquetería… Mi baile tahitiano no es coquetería, no es eso, es más ritual. Te puedes sonreír un poquito, pero no es eso.

    —Decían que sonreía con la cadera…

    —Sí, eso decían, desde que yo bailaba con los discos de mi abuela, en su casa, los ponía y bailaba, ahí con discos de música tahitiana. Mi abuela no bailaba, tenía discos, los tenía escondidos, yo era la única que los sacaba, los tocaba y bailaba…

    —Y ahí comenzó a sentir, a bailar…

    —Sí… Era natural, era como si hubiera sabido del baile desde siempre… Y así, natural, creo le bailaría hoy a Tin Tan, sin hablar y sí, por qué no, esperaría que me robara un beso.

 

 

14.09.15



Elías Razo Hidalgo


Periodista de alma que se quedó sin periódico. Atlista aunque gane su equipo. Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras desde hace ya 35 años, hoy se divierte en el inframundo de los infomerciales. Miembro emérito del cineclub "José Revueltas" de Ciencias Políticas y Sociales, hoy paga tributo al escritor al....ver perfil
Comentarios:
30.04.20
Alejandra dice:
Gracias por esta pequeña gran entrevista.
comentarios.