Preparado para el deslumbramiento, sólo a ratos, en cuanto las fallas técnicas lo permitían, sucedió.
por Mr. FILME
El Festival Internacional de Cine de la UNAM estaba en plena ebullición cuando llegaba a las 15.30 para ver Se ve lindo a la distancia (los Sasnal, 2011), y me percaté del mitin que un grupo de espectadores hacía al rededor de Peter Tscherkassky, invitado especial del Festival, en torno a algunas dificultades que habían vivido en la exhibición de su material en la nueva sala José Revueltas del Centro Cultural Universitario (CCU). Parecía que Tscherkassky estaba un poco afectado, pero los pacientes espectadores se hallaban casi hipnotizados por el director austriaco: se notaba que a algún buen acuerdo estaban llegando.
Entré a mi película. Era de competencia internacional y la nueva Sala Carlos Monsiváis hedía a nuevo: alfombras, asientos, todo estaba estrenándose, pero el maravilloso olor del solvente de pintura estaba a todo lo que daba. La película comenzaba bien, intensamente, cuando devino el primer error del cácaro, que significó sonido desfasado durante los siguientes 20 minutos, y así sucesivamente, hasta que de pronto nos dimos cuenta de que los proyeccionistas hacían su propia edición de la película. Dicho trabajo final no terminó por encantarme. Lástima de filme, que tenía todo –menos buenos cácaros- para tener en suma tensión al espectador que se veía en la penosa necesidad de bromear por la situación, mientras veía cómo iban despojando a una casa de su esencia una familia de casi animales polacos.
A la salida, los comentarios no se hicieron esperar. Todos estábamos sorprendidos de haber visto lo que podría ser una gran película, en el mismo camino que una de Bruno Dumont lo es, sin haberla visto realmente. Nada importa para el buen cinéfilo que es capaz de soportarlo todo, de imaginarlo. A otra película y se acabó, mientras Ayala Blanco dictaba sentencias en el camino.
Continuó El lenguaje de los machetes (Kyzza Terrazas, 2011) exquisitez estridentista sobre el malestar en la cultura rockera actual con unos toques de encantamiento social autodestructivo medio genial por la osadía de los constantes y violentos primeros planos. Bueno, no obstante se anunció la presencia de casi todo el equipo de producción de la película en la sala Julio Bracho, no obstante las amarguras que horas antes habían vivido, aún así los errores cacarescos persistieron en el cambio de rollo, en el manejo del foco y en el audio.
Corrí despavorido a la sala José Revueltas para entrar al nuevo ciclo de los documentales límite, llamado Cámara lúcida, para ver La montaña de los solteros (Guangyi, 2011), híbrido hecho en DVCAM con toda la intención de ser un falso documental verdadero, es decir un fidedigno documental de simulacros, un gran montaje en el camino de la verdad y la representación de un pueblo maderero y turístico que marca la pauta en la vida de la pereja de solteros que llena de vida el lugar. Una gran idea del Festival, sin duda.
La gente se abultaba. Había quien compraba boletos con anticipación para el domingo, y ya estaba haciendo fila para Anima (Terni, 2011), gran filme jodorowskyano sobre el descubrimiento de uno mismo, en este caso del propio director, en el desierto potosino sin droga alguna de por medio, un extraordinario psicoanálisis que contiene secuencias memorables en 8 mm combinadas –quizá sin precedents en el cine mexicano- con 16 mm, además de un diseño sonoro encomiable. Para entonces, al parecer, los cácaros entraban en calor, y dieron una función emocionante al público, al que le hicieron recordar la gran labor que se desempeña arriba de las butacas, en la sala de proyecciones, donde se acaba de editar la película para los asistentes.
Al mismo tiempo, ¡oh, gran don de la ubicuidad!, entré a ver Aléjate Renée (Caouette, 2011), de vuelta en la sala Monsiváis, donde a pesar de los varios tropiezos de manos al cambiar de rollo, pudo exhibirse una gran delirio del que vale la pena detenerse a leer aquí.
Así concluía la primer jornada del Festival: muchas caras satisfechas, mucha emoción por seguir la intense búsqueda de más películas en ese espacio que fue casi el paraíso para los cinéfilos.
25.02.12