El cine como presencia

por Amado Cabrales

Captar el producto vivo que se gesta en lo “real” implica un ejercicio de síntesis o fragmentación del fenómeno-imagen a mostrar y por tanto una subjetivación, la cual se expresa en el marco rectangular en el que toma forma. El documental como género o filosofía de la imagen se ha expandido más allá de la creación estrictamente cinematográfica, son innumerables las vertientes que van desde la antropología visual hasta el video arte. Debido a esta expansión, la imagen como documento y como articulación de un discurso llega a públicos y recintos múltiples. En este caso la imagen cinética a analizar ocurre dentro de las paredes del museo.

Beatriz Santiago Muños (Puerto Rico, 1972) genera cortos inmersivos, que se valen la sensación de traslación que provoca el estar frente a la imagen para convertir al espectador en testigo. Pantallas colgadas como parte de la curaduría buscan generar esta sensación, este estar entre las imágenes.

La artista nos lleva a la selva, a bases navales abandonadas,  al centro de la ciudad de México, a  una habitación, nos hace participes de las trasformaciones del espacio a manos del hombre y los fenómenos naturales, procesos de polución y detrimento que devienen en nuevas formas, en nuevas imágenes. Cada corto nos hace cómplices de sus intenciones  de evidenciar, contrastar exponer y criticar.

El cine como presencia, como transferencia del espectador hacia un nuevo espacio, como si la necesidad de ser visto derivara de su necesidad de existir como hecho mediante la mirada, imagen siendo ahora parte del imaginario en la expresión de su deseo a no ser olvidada, ser recordado en su deterioro. La obra que se presentó en la Sala de Arte Público Siqueiros guarda coherencia en tanto aspira a la presencia del espectador como detonante de la expansión de los hechos más allá de sus geografías y contextos, lo cual permite intuir una constante de inquietudes y procesos de la artista que parte de la imagen como documento antropológico, pero así también como interpretación plástica que se da en el momento de ser editada y presentada.

A continuación nos referiremos a algunas de las obras expuestas:

La cueva negra (Video HD, 2012. 20 minutos) es una arqueología del absurdo, es la exploración de dos niños sobre lo que debieran ser los restos de un centro ceremonial pre-taino[1], pero que ahora es simplemente un lugar plagado de desechos del capitalismo. Lo que se encuentra entonces es la trasformación dada por la intervención humana y en específico por las políticas de consumo, lo que se observa entonces son los restos de una cultura degradada a sus objetos, la actual, que en lugar de provocar asombro causan lamentación.

En sentido opuesto, tanto 10 años / larga exposición (80 diapositivas de un filme en 35mm) como Post-Military Cinema (Video HD, 2014 11 minutos) exhiben la transformación del paisaje gestada por la naturaleza, es el deterioro así mismo de lo que representa en la medida que es cubierto o destruido y en donde el producto final es una nueva imagen la cual toma un nuevo ciclo.

La acción directa que deriva en símbolo de resistencia, de polémica, se expresa en Esto es un mensaje explosivo (Video HD, 2010 11 minutos) y en MATRULLA (16mm a color / sonido, 2014 7 minutos) donde el carácter de los personajes retratados es lo que da peso a la obra. En cuanto a la polémica de si la acción de Carlos Irizarry en el 79 (toma un avión con una bomba hecha de ropa sucia y cables) es un acto terrorista o es una obra conceptual, la artista responde con un performance o una danza gestada en su recamara, respuesta plástica que enuncia que todo acto con intención simbólica dentro de lo “real” será siempre un signo ya sea artístico o no depende del contexto.