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Sede butaca. La pretendida cinefilia del segundo informe

 

Primera (de dos): el número de producciones

por Praxedis Razo

para Enrique Peña Nieto

 

¡Todo calculan! El humor involuntario de un sexenio debe estar muy bien planeado por los tejedores de imagen del gabinete presidencial desde el principio, pienso mientras escribo esto para ti, pues no entendería de otra manera el que destaques las producciones de cine “destacadas” en las que ha participado, de una u otra manera, el Estado.

A ti, Peña Nieto, diferente a Calderón, no te gusta mucho el buen cine clásico mexicano. A estas alturas sexenales, en 2008 Felipe ya había inaugurado la exposición de Gabriel Figueroa en Bellas Artes, y en ese contexto amenazó con abrir un museo del cine nacional (sic), que se tradujo en la remodelación la Cineteca Nacional (asunto que hubiera deseado no cumplir con creces).

A la presidencia de hoy, y porque eres muy democrático, le gusta solamente aquello que pasa por los ojos de todos. En tu segundo informe pones de relieve un párrafo donde presumes que se puso en manos de IMCINE 700 millones de pesos (repartidos en un breve y feliz laberinto burocrático que quien lo atraviesa se enfrenta a tres esfinges: FOPROCINE, FIDECINE y EFICINE; Fondo para la Producción, Fondo de Inversión y Estímulos y el hoy en boga Estímulo Fiscal, respectivamente) para la producción de 101 películas de largometraje y 23 cortos, lo que representa, afirmas en la p. 250 del infome, “el nivel de apoyo a la producción más alto en los 30 años del IMCINE”.

Vamos a revisar, someramente, muchacho: IMCINE nace en 1983 erráticamente (porque aún dependía de la Secretaría de Gobernación) a raíz de una fuerte crisis financiera (la de 1982, pero ¿cuándo no?), momento en que a la inversión cinematográfica privada se le notó que nunca le había importado la calidad, siempre en pos del dinero fácil: es éste el ciclo de la saga de los Almada, pero también comenzó a construirse el éxito, a la sombra del decadente Cantinflas, del otro “mito” de cine nacional a la altura de los tiempos, la India María; al mismo tiempo que la leyenda de un mujerismo anacrónico y vencido nacía, Lola la Trailera.

Al año de nacido, IMCINE ya se encontraba en intríngulis políticos, y como siempre, más preocupado por consegur buen aliento presupuestario al interior que de facilitar las cosas para “reavivar” una industria desmemoriada. Error tras error se seguía: no se logra Cabeza de Vaca –tardaría una década más–, se exilia de la Ciudad de México a Jaime Humberto Hermosillo y surge, como alternativa a la crisis de formatos, Videocine, la casa productora de “cine” de Televisa que comenzó a maquilar películas para la televisión, los llamados videohomes. La creación de este imperio burocrático coincidió (co-in-ci-dió) con la caída libre del número de producciones cinematográficas en nuestro país, de 82 a 28 largometrajes, de 1983 a 1994 (¡!), la otra gran devaluación.

Así, el instituto, como pudo (como el presidencialismo venido a menos le dio a entender), zurcó mares sexenales hasta llegar a manos del Conaculta, en 1989, y desde entonces adquirió el unívoco caracter mediador entre el Estado, los patrocinadores de éste y algunos creadores pertenecientes a una orden mendicante de artistas, reeducados para ir a tocar las puertas de la Presidencia cada vez que sienten un huequito en el estómago.

Hoy se vuelven a producir decenas de películas –que no se estrenan– al año y el Estado, a través del IMCINE que, gracias a que ha sabido reinventarse (¡viva Dios si no!), participa de una u otra forma en la locura del mundo del cine por una sencillísima razón que hay que tomar en cuenta, queridísimo Enrique:

  1. ¡Es mucho más barato hacer películas que hace 30 años! No estás para saberlo, pero Mark Cousins desarrolló toda la producción de What is this film called love? (2012), con su teléfono móvil, pasando por alto cualquier idea de preproducción.

El productor de Derbez –director de una de las películas que presumes por el número de espectadores– gastó 70 millones de pesos en una película que recuperó más de 300 al mes. Guillermo del Toro sigue pagando los casi 800 millones de pesos que costó su Cronos en 1992 y probablemente nunca va a recuperar.

 

14.09.14

Praxedis Razo


Un no le aunque sin hay te voy ni otros textículos que valgan. Este hombre gato quiere escribir de cine sin parar, a sabiendas de que un día llegará a su fin... es lo que más le duele: no revisar todas las películas que querría. Y también es plomero de avanzada. Mayores informes y ofertas al 5522476333. ....ver perfil
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