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Los hermanos Blues y su odisea musical

Ninguna imposibilidad absurda puede contra una misión de Dios

 

por Mariana Mata

 

Sombreros, trajes, corbatas negras, gafas de sol y un par de delincuentes residentes de Chicago, que se sumergen en una misión divina, y nos invitan a formar parte de la hermandad del Blues. Los hermanos caradura (The Blues Brothers, John Landis, 1980) es una comedia, un musical, una road movie y una encomienda del mismísimo Dios. Es también un combo de explosiones, persecuciones, nazis, policías, ejército, una banda de folk norteamericana y Blues, mucho, mucho Blues.

Jake y Elwood Blues son intolerantes, astutos, graciosos de manera involuntaria, delincuentes, músicos, mentirosos patológicos, y embaucadores profesionales. Este dúo de cantantes y actores fueron creados por John Belushi y Dan Aykroyd en 1978 para la emisión televisiva Saturday Night Live, Los hermanos Blues (en la malograda, como siempre, traducción al español “Los hermanos caradura”), y su proceso de construcción corresponde a una década donde Norteamérica era la panacea de la delincuencia, el desorden, el caos y los excesos.

La trama de esta comedia es simple y la ejecución cinematográfica es impecable. Durante las 2 horas y 10 minutos de la cinta somos cómplices de un par quienes en la búsqueda de recaudar dinero para salvar al orfanato donde crecieron y aprendieron el amor por la música (la misión que, ellos dicen, Dios les ha encomendado), se ven envueltos en una serie de eventos desafortunados y llenos de comicidad icónica.

El primer problema y prácticamente la base del relato de la odisea fílmica: reunir a la banda, conformada por grandes blueseros, entre los que están Matt Guitar Murphy y Blue Lou. La lealtad de los miembros de la banda, pese a la renuencia, es lo que posibilita que la misión de Dios sea completada. Y una vez embarcados en esta imposible tarea,  somos parte de una visión sobre cómo abandonar lo establecido y regresar a uno de los placeres elementales de la vida: la música.

Este es un filme que crece cada minuto, se apodera de lo absurdo al construir situaciones bizarras. Tenemos, por ejemplo, a un grupo de nazis de Illinois, la policía, una banda de Country y una novia psicópata en persecución, quienes, sin saberlo, atentan contra una misión que es más grande que todos ellos.

En cuanto a la producción, el equipo y el talento, todos son reflejo del fin de la década de 1970, con apariciones especiales como la de John Candy, o la supermodelo Twiggy, también participa Carrie Fisher, amiga personal de John Belushi en el mundo de la actuación y también en el de la adicción. Con full shots perfectamente planeados, asistimos a escenas de persecución al estilo de la vieja escuela donde la agilidad y la locura nos llevan en una vertiginosa colección de secuencias que estarían destinadas al fracaso bajo otras circunstancias.

Pero no hay que olvidar que la magia de la película se debe a la música, aquí personalidades icónicas del Blues enmarcan el soundtrack que incluye a Aretha Franklin, James Brown, Cab Calloway, Ray Charles, entre otros. El vestuario es de Deborah Nadoolman quién también trabajará en Indiana Jones y el Arca perdida (Spielberg, 1981) y en Un príncipe en Nueva York (Landis, 1988). La dirección de arte corre a manos de Henry Larrecq, responsable de los escenarios de la legendaria serie televisiva de la familia Monster (1964) y las coreografías son obra de Carlton Johnson, quien también trabajó para la versión motown del Mago de Oz, El mago (The Wiz, Lumet, 1978)

El guión y el argumento estuvieron a cargo de Dan Aykroyd, a quien también recordamos por su participación (y creación) de otros éxitos ochenteros como Los Cazafantasmas (Reitman, 1984). Así, esta cinta mezcla la ironía de la sociedad estructurada frente a las normas y el supuesto funcionamiento perfecto de las reglas en Estados Unidos.  La narración se burla de la estructura a través de una sátira que nos muestra cómo todo falla en ese campo perfecto frente a la locura que una misión de Dios propone.

Al final esta película se vende sola gracias a las secuencias de acción, persecución, explosiones, que llenan nuestra pantalla mientras nuestra curiosidad y ánimo crecen de manera exacerbada gracias a la música y coreografías llenas de comicidad. Es también una búsqueda por la libertad musical. Tanto que ni siquiera en prisión pueden dejar de tocar. La música los libera, es su única esperanza en una sociedad que los condenó desde la infancia.

 

02.06.14

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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