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Godzilla 2014

Una suerte de imágenes referenciales

 

por Julio César Durán

 

Titanes… eran de estatura gigantesca,

la mayoría de ellos son concebidos como fuerzas naturales […]

Momford, Lenardon & Sham.

 

Desde que vislumbramos la monstruosidad a partir de una representación de imagen en movimiento, no hemos dejado de colocar nuestros miedos más profundos en el séptimo arte. De repente, las situaciones políticas y económicas son insostenibles y como resultado estos fenómenos crecen, se vuelven colosales. En 1933, entre otras catarsis cinemáticas, un gorila gigante se arroja a Nueva York como resultado de una de las peores crisis monetarias que haya sufrido Norteamérica, sin embargo el “rey de los monstruos” de gran proporción llegaría dos décadas más tarde, trayendo a colación el horror del genocidio atómico, así vimos a una bestia prehistórica mutante, Gojira (Honda, 1954), asolar el Japón.

Con un marco de aniversario –el gran Gojira cumple 60 este año– las casas productoras estadounidenses, Warner y Legendary, “rentan” los derechos del afamado personaje propiedad de Toho Co. para reinventarlo y colocarlo una vez más en suelo gringo. Las expectativas son muchas en un contexto post-11 de septiembre, que tiene encima la destrucción de nuestros espacios naturales y el cambio climático, así como la necesidad de superar el ridículo filme de Roland Emerich de 1998.

Con una historia desarrollada por Dave Callaham (Los indestructibles, Stallone, 2010), guión de Max Borenstein (Swordswallowers and Thin Men, 2003), edición de Bob Ducsay (Van Helsing, Sommers, 2008) y una enorme producción por encargo, las cosas para Godzilla (2014) no prometen mucho realmente.

Sin embargo, podemos seguir revisando los créditos de quienes están detrás del filme y los relajará saber que Seamus McGarvey (Tenemos que hablar de Kevin, Ramsay, 2011) es el cinefotógrafo, o que Alexandre Desplat (El árbol de la vida, Malick, 2011) es el encargado de componer el score, o incluso que el diseñador de producción es Owen Paterson (Matrix, Wachowskis, 1999); pero lo más interesante de todo es que, tras haber sacudido al subgénero de monstruos gigantes con su sencilla, independiente y fina (aunque poco precisa geográficamente) Monstruos: Zona infectada (2010), Gareth Edwards fue el cineasta fichado para dirigir a toda esta orquesta cinematográfica.

El resultado de todo esto es una suerte de reapropiación y en parte, también, es una continuación/historia alterna del Godzilla de Ishirô Honda. No se trata propiamente de un remake o una nueva versión, sino que retoma ligeramente los sucesos del filme original de 1954 para su propio argumento. Aquí Ford Brody, un joven soldado norteamericano (Aaron Taylor-Johnson) hiperpreocupado por su familia, tanto por la rota relación con su padre (Bryan Cranston) como por su esposa (Elizabeth Olsen, sí, la "tercer" gemela) y su pequeño hijo, se verá atrapado en medio de una crisis de colosales creaturas a punto de destruir nuestra civilización.

 

Ford, tras dar cuenta que su padre no está loco y realmente intuyó el desastre que se avecinaba, tendrá que apoyar a las fuerzas armadas a preparar (y finalmente desactivar) equipo nuclear para, primero, intentar destruir a dos “Oteni” y un monstruo primigenio cuasi divino –es decir, Gojira–, y después, usarlo como carnada.

El problema de la película reside precisamente en su argumento principal. Godzilla mantiene un conflicto manejado de manera bastante mediana, el drama personal de los personajes es irrelevante, pero sobre todo innecesario y nunca llega a conectarnos con los protagonistas, en parte porque se trata de un drama demasiado forzado y en parte porque está hecho con base en una fórmula, la misma de todos los blockbusters veraniegos de los últimos 15 años. Es decir, estamos viendo la misma película con los mismos personajes acartonados de siempre. Salvo la pareja “de reparto”, Ken Watanabe y Sally Hawkins (interpretan a Serizawa, quizá vástago del némesis de siempre de Gojira, y Graham, respectivamente), quienes aparecen sólidos y verosímiles (a pesar de tener la misma expresión compungida durante todo el filme), el resto de los actores son una caricatura.

El monumental protagonista japonés de todo este circo de efectos especiales, lamentablemente, queda en segundo plano. Godzilla mantiene su distancia y su mínima presencia casi todopoderosa al igual que en la película de Honda, sirve para un propósito más allá de la creatura misma (como toda buena película de monstruos) pero quienes tienen el peso y los reflectores encima son los “Oteni”, dos animalotes prehistóricos que se alimentan de material nuclear (obvio guiño y mezcla de algunos entrañables enemigos de nuestro dinosaurio atómico) y que tras siglos en letargo, despiertan para reproducirse a lo bestia en plena California.

A pesar de sus 20 minutos de aparición, el acierto es colocar a Godzilla como un Titán, “un dios” le llaman los atribulados científicos que llevan décadas estudiándolo (Watanabe/Hawkings). El realizador, Gareth Edwards, tiene un gran logro en cuanto a la creación de una imagen para el coloso en el siglo XXI. Un poder mágico padece esta versión del monstruo, una acidez radioactiva, y, para más explicaciones, está la de un diccionario de mitología:

Las propiedades del rayo son tan sabidas que no hay para qué hablar de ellas; con el tridente sosegaba o alteraba Neptuno a su placer las olas de los mares; y quien ceñía a su frente el casco de Plutón, se hacía invisible.[1]

Estos atributos divinos, propios de la naturaleza acechante que hoy por hoy nos devuelve cada golpe con “desastres”, son aquellos de los cuales el kaiju hará gala para deleite de todo cinéfilo que se respete. El fuego radiactivo que sale de sus fauces sumado a un estremecedor rugido (bravo, sonidistas), los tsunamis que provoca a su paso y el inmenso tamaño que impide distinguirlo de una jungla o montaña, son puntos entrañables a favor de Godzilla.

Edwards responde bien de manera contextual y creativa a su momento. Los kaijus de éste que es su segundo largometraje, siempre están sustituyendo y reflejando el miedo a las inminentes convulsiones que el planeta está sufriendo gracias al cambio climático: tormentas, terremotos, marejadas de gran altura, estamos a merced de lo que las fuerzas naturales dispongan, pero el mal guión/historia no le da mucho espacio (es una superproducción y él es un empleado más).

También, aunque en menor medida, el británico da ejemplos bastante elaborados de lo que demostró de manera independiente con su ópera prima, desde la atrevida escena de créditos con su viejo footage fabricado y “documentos clasificados”, hasta los planos de establecimiento de todo el filme: panorámicas que mezclan paisajes reales con efectos digitales, planos preciosistas llenos de destrucción, referencias de lugares como Fukushima, etc.

A parte de la lograda actualización al rostro de Godzilla que consigue Edwards, y de una serie de piezas orquestales literalmente monstruosas, siempre refiriéndose al género de horror y el kaiju eiga, cortesía de Desplat (que, sin exagerar, es lo más relevante del filme) –y que en una escena estilizada se reapropia del conocido Requiem de Ligeti, icónico ya por la 2001 de Kubrick–, el drama familiar de fondo no consigue sacar a flote a la obra. Si la pretensión fue no realizar una película más de monstruos donde “rompen cosas” y ya, justo el resultado es un coro de personajes sin relieve, simplones, sin conflicto, que minimizan al verdadero protagonista, quien en otro tiempo fuera un escabroso recordatorio de los horrores de la guerra. Aquí el coloso es un motivo más para el armamentismo vanal.

 

 

[1] Escosura, Manual de mitología: compendio de la historia de los dioses, héroes y más notables acontecimientos de los tiempos fabulosos de Grecia y Roma. Madrid, 1845.

 

 

El Rey ha vuelto, ¡viva el Rey!

por Alf Noriega / Extraordinerd

 

Godzilla, durante décadas, ha representado a la cultura pop nipona y la lucha de la naturaleza contra el hombre. El cine se ha encargado de cargar en los hombros del temible lagarto mutante cientos de representaciones clásicas, que van desde su primera aparición en la pantalla grande en 1954 hasta el nefasto pero bien recibido Godzilla de Emmerich en 1998.

Hoy, ciudades devastadas, aldeas hechas cenizas, el océano navegado por un nueva creatura y batallas colosales entre kaijus de menor rango, Godzilla es y siempre ha sido el Rey de los Monstruos. Por esa misma razón la gente dudaba de su regreso a la pantalla grande en manos del novato Gareth Edwards, que planeó el regreso de la bestia nuclear con parches y clarines, pues sus primos kaijus lo habían hecho con anterioridad en el filme de Guillermo del Toro, Pacific Rim (2013).
Esta última versión de Godzilla es un espectáculo en 3-D con un agradable ritmo y, a la vez, un digno homenaje al legado de Ishiro Honda: el filme emerge como una película de monstruos prodigiosa llena de acción, suspenso y grandes caras estelares en un dramón familiar (vide supra), en el que se centra durante los primeros 40 minutos. 

El equilibrio entre la línea de la historia centrada en la familia y las secuencias de acción intensa protagonizadas por el lagarto complace sin duda a la audiencia. Cuando por fin nos presenta al colosal Godzilla, la anticipación ha sido infundida en el espectador a tal grado que espera ser atemorizado por la creatura. Y esto está bien logrado.

Piel escamosa. Tamaño colosal. Grito de furia clásico. Garras como gigantescas espadas. Godzilla mantiene su apariencia habitual (pese a que en algunas regiones niponas lo han criticado por estar "gordo"). En momentos nos hace pensar que hay un hombre dentro del traje, como fue en un principio, y que es parte ya del estilo de pelea y andar de Godzilla.

El monstruo aparece en pantalla representando una verdadera amenaza real para el mundo. Esto ayuda al director a mostrar de forma realista (moda actual en Hollywood) cómo podríamos reaccionar ante una invasión de criaturas gigantes. Edwards asegura que nuestra opinión de ellos difícilmente pasaría por la perspectiva humana. El colosal monstruo y sus batallas por mar y tierra devastan a la humanidad y la humanidad del hombre.

Con una banda sonora espectacular, un uso adecuado (no excesivo) de efectos CGI y una experiencia audiovisual redonda, este Godzilla mantiene intacto en legado que el monstruo ha mantenido por años. La nostalgia impide que ésta sea la máxima representación del mayor dinosaurio de la cultura pop, pero sin duda es una de las mejores hoy por hoy. Su sola presencia sacude la sala de cine por completo.

El Rey de los kaijus ha vuelto.

 

16.05.14



Extraordinerd


@Extraordinerd
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