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Andrew Haigh y la trascendencia de lo cotidiano

 

por Jeremy Ocelotl

 

A pesar de no contar con una extensa obra como director, Andrew Haigh ha captado la atención del mundo cinematográfico desde el estreno de su segundo largometraje Weekend (2011) y, más recientemente, por el universo televisivo con Looking (2014, creado por Michael Lannan) serie que produce, escribe y dirige para HBO. Esto no solo por un discurso que maneja la exploración del universo homosexual sin efectismos y melodrama innecesario, sino también por una aproximación bastante particular en su construcción narrativa, sustentada en el retrato  de la cotidianidad.

Puede distinguirse en las producciones de Haigh una innegable inquietud por explorar todos aquellos sucesos que componen el día a día de sus personajes, esa cotidianidad que los construye y a partir de la cual se revelan. Los pequeños momentos, los más silenciosos, aquellos donde aparentemente no pasa nada, son la materia prima que utiliza este autor para construir sus relatos.

En el universo de Haigh lo anticlimático se vuelve clímax. Lo que muchos directores obviarían en pos de momentos mucho más álgidos y dramáticos, se vuelve la quintaescencia de la línea discursiva que sigue el otrora editor (Mister Lonely, 2007; Crack Willow, 2008).  Este director británico que debutara en el mundo del largometraje con Greek Pete (2009), tiene una capacidad extraordinaria de encontrar, no solo lo bello, sino lo relevante en lo que en manos de otro autor se antojaría como trivial. De alguna manera lo más íntimo de sus personajes se encuentra en momentos no espectaculares, así como en las sutilezas que componen a los mismos; como el simple titubeo por parte de Russell (Tom Cullen) al momento de escoger qué tenis ponerse para una salida con Glen en Weekend, o la manera en que Patrick (Jonathan Groff) sostiene en su mano un escapulario que le regaló su novio en Looking. Individualmente los mencionados episodios no resultarían significativos, pero contextualizados en ese constante crescendo o mejor dicho altibajos emocionales, los instantes más fugaces se resignifican para tener una gran peso, tomando en cuenta los matices de los seres quienes los viven.

Esa falta de puntualización de los “momentos importantes” en su narrativa, dejando de lado el uso de música diegética o planos que nos indiquen que es el momento de poner atención, le han valido al realizador la etiqueta de derivativo, más específicamente en  Greek Pete, que sigue el día a día de un prostituto en Londres, o Looking cuya premisa es hacer un retrato fiel del universo gay en el San Francisco actual. Por supuesto este enfoque tan particular también le ha valido los aplausos de la crítica, pues se le ha atribuido un naturalismo a su discurso rara vez encontrado en películas de temática gay y un total abandono de la martirización de los homosexuales. Y es que la utilización de recursos, como prescindir de un score y dar prioridad a  música encontrada dentro del mismo relato o  sonidos incidentales, o incluso pequeños detalles dentro de un plano general, hacen que sus trabajos tomen un carácter más real, pues Haigh parece entender, en la vida real, las emociones que se esconden en pequeños detalles y que solo se descubren mediante un minucioso trabajo de observación.

Si bien todo el trabajo de Andrew Haigh es representativo de esto, hay un capítulo en específico en Looking que resume todas estas características. El quinto episodio de la primera temporada, es acaso  en apariencia el menos dramático, no hay una sola escena de conflicto, solo treinta minutos de Patrick (su protagonista) en la estricta primera cita que tiene con Richie. Así Haigh nos lleva de la mano por pláticas, risas, caminatas por el parque y discusiones típicas de veinteañeros, donde se esconden sus inquietudes, sus deseos y ese creciente cariño entre los personajes. Pero la obra de Haigh no se restringe únicamente al universo homosexual, en sus primeros trabajos como director, encontramos cortometrajes como Five Miles Out, una especie de híbrido entre coming of age, donde una historia de primer amor, que se suscita en una aparentemente inconsecuente relación entre un niño y una niña ambos de vacaciones, representa emociones que quedan calladamente insinuadas.

Por estas mismas características, el trabajo de Haigh se encuentra de alguna manera en un limbo entre el cine más accesible y comercial, y el de circuitos “de arte” o festivales.  Sus películas no son transgresoras en el sentido estricto de la palabra, ni intentan restregar una agenda política respecto a la sexualidad como fácilmente podrían hacerlo, sino que se contraponen al ritmo vertiginoso y de cortes innecesarios en el estilo de Hollywood,  al  tiempo que no caen en el más radical efectismo político tan predilecto en el circuito artístico. Quizá es por eso que gran parte de su obra es aún desconocida en nuestro país, pues fuera de dos proyecciones en el pasado Festival Mix de Weekend, que retrata el enamoramiento y descubrimiento de Russell y Glenn en un fin de semana (y cuyo paso por Sundance fue bastante exitoso), no se vislumbra un genuino interés en su obra por el momento.

 

11.05.14

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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