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Polissía. Muestra 56

La protección infantil

por Jorge Ayala Blanco

 

En Polissía (Polisse, Francia, 2011), feraz y feroz opus 3 de la veterana actriz francesa de 35 años que omite cualquier apellido en memoria de los maltratos recibidos por sus padres en la infancia Maïwenn (Perdóname, 2006; Todo sobre las actrices, 2008), con guión suyo y de la también actriz presente Emmanuelle Bercot, una brigada policiaca destacada para la protección de menores al norte de París realiza en forma trepidante su ingrato trabajo diario de capturar posibles pedófilos o promiscuos adolescentes carteristas, e interrogar niñitos a veces victimados por sus propios padres toqueteantes, pero su rutina se ve interrumpida por la obligada intromisión de la fotógrafa flaquita con gafotas más chongo de abuelita para verse inofensiva Mélissa (la propia directora Maïwenn) cuyas labores, sospechosas de voyeurismo sensacionalista, irritan al duro aunque en el fondo compasivo afromestizo del grupo Fred (Joeystarr), quien no sólo acabará ligándose tiernamente a la chava molesta en una noche de juerga, sino que ambos desarrollarán una poderosa relación clandestina que les hará deshacer sus previos lazos amoroso-paternales, hasta irse a vivir juntos a un ruidoso pero fotogénico barrio multirracial, mientras la dinámica de esa brigada rescatista de la protección infantil se degrada, transforma e intenta trágicamente cambiar de mandos internos.

La protección infantil arroja de lleno al meollo de cada secuencia, trátese de la ingenuidad de una nenita abusada por el padre, o sea la ignorancia absoluta de una madre que al ser sorprendida in fraganti con su carriola a media calle reconoce masturbar a su hijo mayorcito para que duerma tranquilo, y prescinde como la peste de cualquier presentación de personajes (más de 50, con alguna estrella neonuevaolera como Karin Viard de rubia explosiva) y concluyendo todas sus escenas (más de 200) de manera tan tajante y elíptica como las había planteando, saltando sin reposo ni término de golpe emotivo en emoción golpeante, añorando las viñetas con entradas a saco del neodocumentalismo hollywoodense de aquella La ciudad desnuda clásica del francés Dassin (1948), ahora al modo de una falsa docuficción, en el mejor estilo acezante del Philibert de Ser y tener (2002) o del Cantet de La clase (2008), e incluso fingiendo fusionarse observacionalmente con las Urgencias (1987) y los Delitos flagrantes (1994) del maestro documentalista al escalpelo Depardon, eficazmente severa.

La protección infantil siempre está presente como un sedimento trastornante, pues nada supera al escándalo dostoievskiano ante el sufrimiento de un niño, hundiéndose en lo cotidiano reconstruido y ahondado mediante planos muy cercanos, entrándole sin más a sus cambios de tono, virtuosísticos, esquizoides, psicotizados, en secuencias tan diversas y frenéticas como el desgarrador despojo a un niño de su mamá africana por falta de albergues conjuntos, la rescatista razzia antinmigrantes a medianoche atrabiliaria, el fatal operativo que se creía de simple apoyo en un centro comercial, la imparable risa loca ante la chava que debió chupársela a varios cuates para recuperar su celular tan valioso (“¿Qué hubiera hecho por una computadora?”), la denodada persecución de la secuestradora de su propio bebé que acabará tirándolo al suelo, el trauma para saltar del chiquitirrín todavía compasivo ante el profe de gimnasia que lo violaba en los mingitorios, la intimidante sesión de tiro a ráfagas de silbato, la exasperación femenina en árabe contra el prepotente macho islámico escudado en el Corán, o el histérico enfrentamiento de la tronada conyugal Chrys (Karole Rocher) contra su solidaria compañera medio mandona Iris (Marina Foïs).

Y la protección infantil dicta un elogio temerario, no a la policía benefactora, sino a los humildes policías vulnerables de ambos sexos, certificando su postura meramente preventiva y autosocavadora mediante un montaje paralelo final entre el chavito violado que recupera su ánimo en la clase de educación física y la abstinente Iris que prefiere tirarse por la ventana a dirigir una pertinaz brigada policial tan conflictiva y conciente de su irrelevancia social.

 

23.04.14

Jorge Ayala Blanco


Crítico de críticos, entre los críticos, para ellos y en contra de ellos, publica ahora todos los lunes y desde 1989 en El Financiero una crítica siamesa sobre el estado de las cosas en el mundo de los estrenos cinematográficos. Autor de tesoros bibliográficos (actualmente incluso electrónicos) a propósito de e....ver perfil
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